Doctrina de Expiacion

La Doctrina de la Expiación

Por: Juan Calla J.
SEMTADEA, La Paz – Bolivia, 2005


I. Introducción y La Expiación en el A.T.
II. El Origen Del Sacrificio.
III. La Naturaleza Del Sacrificio.
IV. El Propósito De Estos Sacrificios:
V. La Realidad O Verdad De La Expiación.
VI. La Necesidad De La Expiación.
VII. La Muerte De Cristo
VIII. Propiciación.
IX. La Redención

I. INTRODUCCIÓN Y LA EXPIACIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El término “Expiación” significa “Cubrir sobre”, es así cuando eran cubiertos sus pecados en el A.T. La palabra “Expiación” significa en Griego “KAPHAR” que también traducido en la Biblia es perdonar(Sal. 65:3 Lv. 16.6 Is. 28.18)

¿Por qué es preciso ocupar tiempo y espacio en la descripción de los sacrificios del Antiguo Testamento?.

Por la sencilla razón por el sacrificio y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Muchas teorías modernas se han ofrecido para explicar esa muerte, pero cualquier explicación que excluye el elemento expiatorio de Jesús, es anti - bíblica, puesto que nada es más señalado en el Nuevo Testamento que el empleo de términos expiatorios para dar a conocer la muerte de Cristo.

Es describible como “Cordero de Dios”, es decir que su sangre limpia del pecado y compra la redención, el enseñar que murió por nuestros pecados, todo esto equivale a decir, que la muerte de Jesús era un sacrificio verdadero por el pecado.

Puesto que la muerte de Jesús es descripta con vocablos relacionados con los sacrificios del Antiguo Testamento, el conocimiento de los términos empleados para los sacrificios facilita considerablemente su interpretación.

Los sacrificios (además de proporcionar un ritual de adoración para los israelitas) eran señales proféticas (tipos o símbolos) que señalaban al sacrificio perfecto; en consecuencia, un entendimiento claro de las señales conducirá a un mejor conocimiento del Sacrificado. No solamente fueron estos sacrificios profecías relativas a Cristo, sino que sirvieron también para preparar al pueblo de Dios para una dispensación o era de mayor importancia, que comenzaría con la Venida de Cristo.

Nosotros, sin embargo, que vivimos miles de años después de estos acontecimientos, y que no hemos sido educados en el ritual mosaico, necesitamos estudiar la cartilla, por así decirlo, por la cual Israel aprendió a deletrear el gran mensaje: Redención por medio del sacrificio expiatorio. De esta manera se justifica esta sección respecto del origen, historia, naturaleza y eficacia del sacrificio de Antiguo Testamento.

II. EL ORIGEN DEL SACRIFICIO.

Ordenado en el cielo

La expiación no fue un expediente tardío o pensamiento de último momento de parte de Dios. La caída del hombre no tomó a Dios por sorpresa, no necesitó pasos rápidos para remediarla. Antes de la creación del mundo, aquél que sabe el fin desde el comienzo hizo provisión o tomó medidas para la redención del hombre.

De la misma manera que una máquina es concebida en la mente del inventor antes de ser construida, así también la expiación residía en la mente y en los propósitos de Dios antes de su verdadera realización. Se describe a Jesús como el “Cordero, el cual fue muerto desde el principio del mundo”. Apocalipsis 13:8. El Cordero Pascual era “predestinado” varios siglos antes de ser muerto (Éxodo 12:3,6): de igual manera Cristo, el Cordero sin mancha ni contaminación había sido “ya ordenando de antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postrimeros tiempos por amor a vosotros.” 1 Pedro 1:19,20. Adquirió para el hombre vida eterna, que Dios prometió “antes de los tiempos de los siglos”. Tito 1:2. El que hubiera un grupo de personas santificadas por este sacrificio fue decretado “antes de la fundación del mundo”. Efesios 1:4. Pedro les comunicó a los judíos que aunque por su ignorancia habían crucificado a Cristo con manos malvadas, no obstante habían cumplido el plan eterno de Dios, puesto que había sido “entregado por determinado consejo y providencia de Dios.” Hechos 2:23.

Es evidente así que el cristianismo no es una nueva religión, que comenzó hace diez y nueve siglos, sino la manifestación histórica de un propósito eterno.

Instituido en la tierra
Puesto que centenares de años transcurrirían antes de la consumación del sacrificio, ¿qué debía el hombre pecador hacer mientras tanto? Desde el comienzo Dios ordenó una institución que prefigurara el Sacrificio, y asimismo se convirtió e un medio de la gracia para el arrepentimiento y creyente. Nos referimos a los sacrificios de animales, una de las más antiguas de las instituciones humanas.

La primera mención de un animal sacrificado ocurre en el tercer capítulo del Génesis. Nuestros primeros padres, después de haber pecado, tuvieron conciencia de su desnudez física, la cual era indicio exterior de la desnudez de conciencia. Fueron en vano sus esfuerzos de cubrirse exteriormente con hojas, y por dentro con excusas. Luego leemos que le Señor Dios tomó las pieles de animales y los cubrió. Mientras que el registro nos dice en palabras que se trataba de un sacrificio, sin embargo al reflexionar con respecto al significado espiritual del acto, uno no puede impedir llegar a la conclusión de que tenemos aquí una revelación de Jehová el Redentor, tomando disposiciones para la redención del hombre.

Vemos a una criatura inocente que muere con el objeto de que la culpabilidad sea cubierta. Ese es el objeto principal del sacrificio, una cubierta divinamente proporcionada para la conciencia culpable. El primer libro de la Biblia presenta una criatura inocente que muere por el culpable, y el último libro de la Biblia habla del Cordero inmaculado muerto con el objeto de liberar al culpable de sus pecados. Apocalipsis 5:6-10.

III. LA NATURALEZA DEL SACRIFICIO.

Esta institución original del sacrificio explica con toda probabilidad por qué la adoración por medio de los sacrificios ha sido practicada en todas las edades y tierras. Aunque desnaturalizado en lo que respecta al patrón original, los sacrificios paganos se basan en dos ideas fundamentales: adoración y expiación.
1. El hombre reconoce que está bajo el poder de una Deidad, que tiene ciertos derechos sobre él. Como reconocimiento de estos derechos, y como señal de rendición personal, ofrece un don o sacrificio.

2. Con frecuencia, sin embargo, al tener conciencia de que el pecado ha perturbado la relación, reconoce instintivamente que el mismo Dios que lo hizo tiene el derecho de destruirlo, a menos que se haga algo para preparar la relación rota. El que el sacrificio de la víctima y el derrame de su sangre impediría o conjuraría la ira divina y aseguraría el favor divino era una de las creencias más firmes y antiguas. ¿Pero cómo aprendieron todo esto? El apóstol Pablo nos dice que hubo una época cuando conocían a Dios. Romanos 1:21. De la misma manera que el hombre caído lleva las marcas o distintivos de su origen divino, así también los sacrificios paganos lleva las marcas o distintivos de su origen divino, así también los sacrificios paganos llevan marcas o características de una revelación original divina.

Después de la confusión de lenguas, (Génesis 11:1-9) los descendientes de Noé se esparcieron por todas partes, llevando consigo el conocimiento verdadero de Dios, pues no había aún registro alguno de idolatría. Lo que ocurrió con le paso de los años se describe brevemente en Romanos 1:19-32. Las naciones se apartaron de la adoración pura a Dios, y pronto perdieron de vista la Divinidad. Esta separación dio como resultado la ceguera espiritual. En vez de ver a Dios en los cuerpos celestes, comenzaron a dorar a esos cuerpos de calidad de deidades; en vez de ver al Creador en los árboles y animales, comenzaron a adorarlos como si fueran dioses, en vez de reconocer que el hombre fue hecho a la imagen de Dios, comenzaron a hacer un dios a la imagen del hombre. De manera entonces que la ceguera espiritual conduce a la idolatría. La idolatría no era asunto meramente intelectual. La adoración de la naturaleza, que forma la base de la mayor parte de las religiones paganas, llevó a hombre a deificar o divinizar sus propias concupiscencias, y el resultado de ello fue la corrupción moral.

Y sin embargo, a pesar de esta perversión, la adoración efectuada por el hombre ostentaba débiles marcas que indicaba que había existido una época cuando sabía lo que debía hacer, o cómo comportarse. En las religiones de Egipto, la India y China, hay reminiscencias de la creencia en un Dios verdadero, el Espíritu Eterno que hizo todas las cosas.

Cuando la oscuridad espiritual se cernió sobre las naciones, de la misma manera que la corrupción moral había asolado el mundo ante- diluviano, Dios comenzó de nuevo con Abraham, de la misma manera que lo había hecho anteriormente con Noé. El plan de Dios consistía en hacer de Abraham el progenitor de una nación que devolviera al mundo el conocimiento de la gloria de Dios. En el monte Sinaí, Israel fue separada de las demás naciones, a fin de ser constituida en nación santa. Con el objeto de dirigirlos en una vida de santidad, Dios les dio a los israelitas un código de leyes que gobernaban su vida moral, nacional y religiosa. Entre ellas figuraban las leyes del sacrificio (Levítico, capítulos 1-7)las cuales enseñaban a la nación la manera justa mediante la cual uno debe allegarse a Dios y adorarle. Las naciones observaban una adoración pervertida. Dios restauró a Israel la adoración pura.

Los sacrificios mosaicos fueron medios por los cuales los israelitas cumplían con su obligación principal hacia el Hacedor, es decir, la adoración. Se ofrecían esos sacrificios con el objeto de alcanzar la comunión con Dios, y remover todos los obstáculos de esa comunión. Por ejemplo, si un israelita pecaba y perturbaba de esa manera las relaciones entre él y Dios, tría una ofrenda de pecado o expiación, el sacrificio de la expiación. O, si había hecho algún mal a su vecino, traía la ofrenda por la culpa, el sacrificio de la restitución, levítico 6:1-7. Ahora que el hombre, había arreglado sus cuentas con Dios y con el hombre había arreglado sus cuentas con Dios y con el hombre, y deseaba consagrarse de nuevo, ofrecía un holocausto, el sacrificio de adoración. Levítico 1. Estaba así preparado para gozar de una feliz comunión con Dios, que le había perdonado y aceptado, de manera que presentaba una ofrenda de paces, el sacrificio de comunión. Levítico 3.

IV. EL PROPÓSITO DE ESTOS SACRIFICIOS

El propósito de estos sacrificios de sangre se cumple en Cristo, el sacrificio perfecto. Su muerte es descripta como la muerte por el pecado. 2Corintios 5:21. Dios hizo del alma de su Hijo “expiación por el pecado,” (Isaías 53:10); canceló la deuda que nosotros no habríamos podido cancelar, y borró el pasado que nosotros no podríamos haber borrado. El Señor es nuestro holocausto, puesto que su muerte es presentada como acto de perfecta consagración. Hebreos 9:14; Efesios 5:2. El Señor es nuestra ofrenda de paces, puesto que él mismo describió su muerte como medio de compartir o sea darnos comunión con la vida divina Juan 6:53-56; Levítico 7:15,20.

¿Hasta qué punto eran eficaces los sacrificios del Antiguo Testamento? ¿Qué beneficios aseguraban para el oferente? Estas preguntas son de vital importancia, pues comparando y contrastando los sacrificios levíticos con el sacrificio de Cristo, estaremos capacitados para comprender mejor la eficacia y perfección de este último sacrificio.

La materia es tratada en la carta a los Hebreos. El escritor se dirige a un grupo de cristianos hebreos quienes, desalentados por la persecución, están tentados a retornar al judaísmo y a los sacrificios del templo. Las realidades en las que creen son invisibles, mientras que el templo con su suntuoso ritual parece tan tangible y real. Con el objeto de apartarlos de la idea de seguir tal conducta, el escritor hace una comparación entre los pactos Nuevo y Viejo, demostrando que el Nuevo Pacto es mejor que el Antiguo, puesto que el Antiguo es imperfecto y transitorio, mientras que el Nuevo es perfecto y eterno. El retornar al templo con su sacerdocio y sacrificios sería dejar la sustancia por la sombra, la perfección por la imperfección. El argumento es el siguiente: el Antiguo Pacto era bueno para su época, y para los fines para los que fuera designado, pero el Nuevo Pacto es mejor.

Cada día ministrando y ofrecido muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero éste, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio para siempre, está sentado a la diestra de Dios”. Hebreos 10:11,12.

Un asunto más queda por considerarse. Es cierto que la gente fue verdaderamente justificada antes de la obra expiatoria de Cristo. Abraham fue justificado por la fe (Romanos 4-3) y entró en el reino de Dios (Mateo 8:11; Lucas 16:22); Moisés fue glorificado (Lucas 9:30, 31); y Enoc y Elías fueron trasladados. Había sin duda un elevado número de piadosos israelitas que alcanzaron la estatura espiritual de estas personas dignas. Admitiendo que los sacrificios animales eran inadecuados, y que el sacrificio de Cristo fue el único sacrificio perfecto, ¿sobre qué bases fueron justificados estos santos del Antiguo Testamento?

Fueron salvados en anticipación del futuro sacrificio, de la misma manera que la gente en la actualidad es salvada en consideración al sacrificio realizado ya. La prueba de la verdad se halla en Hebreos 9:15 (compare así mismo Romanos 3:25) que enseña que la muerte de Cristo fue en cierto sentido retroactiva y retrospectiva, en otras palabras, tenía eficacia en relación con el pasado.

En Hebreos 9.15 se nos sugiere la siguiente línea de pensamiento: al Antiguo Pacto era impotente de proporcionar una redención perfecta. Cristo clausuró este Pacto y inició el Nuevo Pacto con una muerte que realizó la “remisión de las rebeliones que había bajo del primer testamento”. En otras palabras, cuando Dios justificó creyentes del Antiguo Testamento, lo hizo en anticipación de la obra de Cristo, “a crédito”, por así decirlo. Cristo pagó todo el precio en la cruz, y canceló la deuda. Cristo pagó todo el precio en la cruz, y canceló la deuda. Dios les dio a los creyentes del Antiguo Testamento una posición que el Antiguo Pacto no podía comprar, y lo hizo así en vista del futuro pacto que podía efectuar todo esto.

Si uno pregunta si los creyentes del Antiguo Testamento durante su vida gozaron de los mismos beneficios que los que vieron y viven en la época del Nuevo Testamento, la respuesta debe ser negativa. No había el don permanente del Espíritu Santo (Juan 7:39) que siguiera a su arrepentimiento y fe; no disfrutaban de un cono cimiento amplio respecto de la inmortalidad, sacado a luz por Cristo (2 Timoteo 1:10), y en general se vieron limitados por las imperfecciones de la era o dispensación en la que vivían. Cuando más, sólo podían preguntar las cosas venideras.

V. LA REALIDAD O VERDAD DE LA EXPIACIÓN EN EL N.T.

La expiación que fue preordinada o predeterminada en la eternidad y simbólicamente prefigurada en el ritual del Antiguo Testamento, fue históricamente realizada en la crucifixión de Jesús, cuando el propósito redentor de Dios fue consumado. “¡Consumado el!” Los escritos del evangelio describen los sufrimientos y muerte de Cristo con una minuciosidad que no tiene paralelos en la narrativa de otros acontecimientos de la vida de Cristo, y al referirse al cumplimiento de las profecías indican su sentido de la importancia del acontecimiento.

Algunos escritores de la escuela liberal mantienen que la muerte de Cristo fue un accidente y una tragedia. Comenzó con esperanzas brillantes de éxito, dicen, pero se vio enredado en una red de circunstancias que condujeron a la destrucción que no había previsto, y a la cual no podía escapar. Más ¿qué nos dicen los evangelios con respecto al asunto? De acuerdo a su testimonio, el Señor Jesús sabía desde el principio que el sufrimiento y la muerte eran parte de su destino divinamente designado. En su declaración de que convenía o era menester que le Hijo del Hombre sufriera, ese vocablo “convenía” indicó vocación divina y no suerte imprevista e inevitable.

A su bautismo escuchó las palabras siguientes: “Este es mi hijo amado, en el cual tengo contentamiento.” Estas palabras fueron tomadas de dos profecías, la primera de las cuales declaraba la deidad del Mesías y su dignidad de Hijo (Salmo 2:7) mientras que la segunda describe el ministerio del Mesías en calidad de Siervo del Señor (Isaías 42:1). Ahora bien, el Siervo mencionado en Isaías 42:1 es el Siervo Sufriente de Isaías 53. Se llega a la conclusión de que aún en su bautismo, el Señor Jesucristo estaba consciente de que el sufrimiento y la muerte eran parte de su llamado. Su rechazo de las ofertas de Satanás en el desierto indica que había llegado a la trágica encrucijada de su labor, puesto que escogió la senda difícil del rechazo, antes que la fácil de la popularidad. La realidad misma de que el Santo se reuniera con el resto de la gente (Lucas 3:21) y sometiera a bautismo, era un acto de identificación con la humanidad pecante, a fin de sobrellevar la carga de sus pecados. El siervo del Señor, de acuerdo con el capítulo 53 de Isaías debía ser nombrado o contado entre los transgresores. El bautismo de Jesús debía de considerarse como el gran acto de comunión amorosa con nuestra miseria, puesto que en esa hora se identificó a sí mismo con los pecadores, y de esta manera, en cierto sentido, comenzó su obra de la expiación.

Muchas veces durante el curso de su ministerio el Señor se refirió en forma velada y desfigurada a al forma de su muerte futura (Mateo 17:10-12; Mateo 17:22,23; Marcos 9:12,13; Marcos 9:12,13; 14:18:21); mas un Cesárea de Filipo, les manifestó con toda claridad a sus discípulos que debía sufrir y morir. Desde ese momento en adelante trató de inculcar en sus mentes el hecho de que debía sufrir, de manera que al ser advertidos de antemano, su fe no naufragaría a raíz del golpe de la crucifixión. Marcos 8:31; 9:31; 10:32. Les explicó asimismo el significado de su muerte. No la debían de considerar como algo infortunado e imprevisto, una tragedia a la cual debían resignarse, sino que debían considerarla como una muerte con fines expiatorios. El Hijo del hombre había venido para dar su vida en rescate por muchos.

En la última cena les dio instrucciones s sus discípulos referentes a la futura conmemoración de su muerte, acto supremo de su ministerio. Ordenó un rito que debía conmemorar la redención de la humanidad del pecado, de la misma manera que la Pascua había conmemorado la redención de Israel del territorio egipcio.

Sus discípulos, que estaban aún bajo la influencia de las ideas judías con respecto al Mesías y su reino, no estaban capacitados para comprender la necesidad de su muerte y con dificultad se podían reconciliara con ese pensamiento. Empero después de la resurrección y ascensión los discípulos extendieron, u desde ese momento afirmaron que la muerte de Cristo era el medio divinamente señalado de expiación. “Cristo murió por nuestros pecados,” constituía su testimonio consecuente.

VI. LA NECESIDAD DE LA EXPIACION

La necesidad que se sentía de la expiación se desprende de dos hechos, a saber: la santidad de Dios y la pecaminosidad del hombre. La reacción de la santidad de Dios contra la pecaminosidad del hombre es conocida como su ira, que puede evitarse por la expiación. De manera entonces que la clave de nuestra discusión será como sigue: Santidad, pecaminosidad, ira y expiación.

SANTIDAD. Dios es santo en lo que a naturaleza respecta, lo cual significa que es justo en carácter y conducta. Estos atributos de su carácter quedan manifiestos en su trato con su creación. “El ama justicia y juicio.” Salmo 33:5. “Justicia y juicio son el asiento de tu trono.” Salmo 89:14.

Dios ha constituido al hombre y al mundo de acuerdo con leyes definidas. Sus leyes forman el fundamento mismo de la personalidad del hombre, al ser escritas en el corazón o naturaleza del hombre (Romanos 2:14,15) antes de ser escritas en tablas de piedra. Estas leyes atan al hombre a su Creador en una relación personal, y forman la base de la responsabilidad humana, y forman la base de la responsabilidad humana. “Porque en él vivimos, u nos movemos y somos”, (Hechos 17:28), se dijo de la humanidad e general. El pecado perturba la relación expresada en este versículo, y finalmente el pecador no arrepentido es arrojado eternamente lejos de la presencia de Dios. Se trata ésta muerte segunda.

En muchas ocasiones, esta relación fue reafirmada, ampliada e interpretada según un acuerdo conocido con el nombre de pacto. Por ejemplo, en el monte Sinaí Dios reafirmó la condición en virtud de la cual él podía tener comunión con el hombre (la ley moral) y luego promulgó una serie de reglamentos por medio de los cuales Israel podía observar estas condiciones en la esfera de la vida nacional y religiosa.

El guardar el pacto equivalente mantener la relación justa con Dios, o estar en la gracia, puesto que el Justo solamente puede mantener comunión con los justos. “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de concierto?” Amós 3:3. y el mantener comunión con Dios significa vida. Desde le comienzo al fin, las Escrituras declaran esta verdad, de que la vida y la obediencia marchan juntas. Génesis 2:17; Apocalipsis 22:14.

PECAMINOSIDAD. Esta relación está empañada por el pecado, que es una perturbación de la relación personal entre Dios y el Hombre. Es violencia hecha en la constitución, por así decirlo, bajo la cual Dios y el hombre viven, de la misma manera que la infidelidad viola el pacto según el cual viven marido y mujer. Jeremías 3:20. “Mas vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios.” Isaías 59:2.

El dar cumplida satisfacción por el quebrantamiento de la ley y reparar las relaciones interrumpidas entre Dios y el hombre constituye la función de la expiación.

IRA. El pecado es esencialmente un ataque contra el honor y la santidad de Dios. Es rebelión contra Dios, pues al pecar voluntariamente, el hombre escoge su propia voluntad en vez de la de Dios, u por el momento, se convierte en ley para sí mismo,. Mas si Dios permitiera que su honor fuera atacado, luego dejaría de ser Dios permitiera que su honor fuera atacado, luego dejaría de ser Dios. Su honor demanda satisfacción de la ley violada. Su santidad reacciona contra le pecado. Esta reacción se describe como ira.

Empero esta reacción divina no es automática. No siempre reacciona instantáneamente como lo haría el fuego en la mano que lo toca. La ira de Dios está gobernada por consideraciones personales. No se apresura a destruir la obra de sus manos. Le ruega al hombre, espera, a fin de ser misericordioso. Demora el castigo con la esperanza de que su bondad conducirá al hombre al arrepentimiento. Romanos 2:4; 2 de Pedro 3:9. Empero el hombre interpreta erróneamente las demoras divinas, y se burla de la idea de castigo. “Porque no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos lleno para hacer mal.” Eclesiastés 8:11.

Empero aunque demora, la retribución vendrá finalmente, puesto que en el mundo gobernado por leyes, debe haber un día de rendición de cuentas. “No os engañéis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Gálatas 6:7. Esta verdad fue demostrada en el Calvario, donde Dios manifestó “su justicia, atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.” Romanos 3:25. Un erudito en el estudio de Sagradas Escrituras hace al siguiente traducción: “Esto era para demostrar la justicia de Dios, en vista de que los pecados cometidos previamente durante el tiempo de la paciencia de Dios habían sido pasados por alto.” Otro hace una paráfrasis de las palabras de la siguiente manera: “Difirió el castigo del pecado durante ese periodo anterior, el periodo de su paciencia, teniendo en cuenta la revelación de su justicia bajo esta dispensación o era, cuando él, mientras seguía siendo un juez justo, puedan en realidad absolver al pecador que fundamenta su alegato en la fe en Jesucristo.” En épocas pasadas parece que Dios pasó por alto los pecados de las naciones. El hombre continuó pecando, pero al parecer no cosechó el resultado de su pecado. Y surgió entonces la pregunta siguiente: ¿Pasa Dios por alto el pecado? Mas la crucifixión reveló la enormidad del pecado, representando en forma vívida el terrible castigo que le corresponde. La cruz de Cristo declara que Dios jamás fue indiferente al pecado del hombre, no lo es ni lo será jamás.

En el Nuevo Testamento se nos enseña que la expiación es tanto posible como necesaria. Es posible, porque Dios es misericordioso y también justo; necesaria, porque Dios es justo a la vez que misericordioso.

Los dos errores a que nos hemos referido son exageraciones relativas a dos verdaderas con respecto al carácter de Dios. La primera recalca sobremanera su justicia, excluyendo la gracia; la segunda recalca hasta el exceso su gracia, hasta excluir su justicia. La expiación hace justicia a ambos aspectos de su cede tanto con justicia como con misericordia. Al tratar con el pecado, necesita demostrar su gracia, puesto que no desea la muerte del pecador; y sin embargo al perdonar el pecado, necesita revelar su justicia, puesto que la estabilidad misma del universo depende de la soberanía de Dios.

En la expiación, Dios hace justicia a su carácter en calidad de Dios misericordioso. En virtud de su gracia, Dios p un plan para el perdón del pecado. Al mismo tiempo, hace justicia a su carácter de Dios justo. Dios no se haría justicia a sí mismo si desplegara compasión hacia los pecadores en una forma que no diera importancia al pecado, que no lo tomara en serio, que pasara por alto sus realidades trágicas. La gente podía pensar que Dios era diferente o indulgente hacia el pecado.

En el Calvario, la pena por el pecado fue pagada y honrada la ley divina. Dios podía de esa manera ser misericordioso sin ser injusto, y justo sin demostrar falta de misericordia o bondad.

“Cristo fue muero,” expresa la verdad histórica de la Crucifixión; “por nuestro pecados,” interpreta el hecho. ¿En qué sentido murió el Señor Jesucristo por nuestros pecados? ¿De qué manera se explica esta verdad en el Nuevo Testamento? La respuesta se hallará en las siguientes palabras claves que se aplican a la muerte de Cristo: Expiación, Propiciación, Substitución, Redención, Reconciliación.

Expiación. El vocablo expiación significa literalmente “cubrir” en el idioma hebreo, y se traduce en nuestras Biblias castellanas, entre otros, con los siguientes significados: expiación, aplacamiento, reconciliación, purificación y limpieza.

El vocablo expiación, en el original, incluye la acción de cubrir tanto los pecados (Salmos 78:38; 79:9; Levítico 5:18) como el pecador. Levítico 4:20. El expiar por el pecado significa ocultarlo de la vista de Dios, a fin de que pierda el poder de provocar su ira.

Cuando el sacerdote aplicaba la sangre sobre las altas, el israelita tenía la confirmación de que la promesa que fuera hacha a sus antepasados, se cumpliría para él. “Y veré la sangre, y pasaré de vosotros.” Exodo 12:13.

¿Cuáles eran los efectos de la expiación o cubierta?. El pecado era borrado o deshecho (Jeremías 18:23; Isaías 43:25; 44:22), quita, (Isaías 6:7), borrado, (Salmo 32.1), echado en la profundidad del mar, (Miqueas 7:19), echado tras las espaldas de Dios (Isaías 38:17), perdonado, (Salmo 78:38). Todos estos vocablos sugieren que el pecado es cubierto, de manera que quedan anulados sus efectos. Indican asimismo que se lo aparta de la vista, se lo invalida, se lo anula. Jehová no lo ve ya, y no ejerce sobre él influencia alguna.

VII. LA MUERTE DE CRISTO

Fue una muerte expiatoria porque quitó o deshizo el pecado. Hebreos 9:26,28; 2:17; 10:12-14; 9:14. Fue una muerte inmoladora, o sea una muerte con relación al pecado. ¿Qué relación existía? “El cual mismo llevó nuestro pecados en su cuerpo por el madero.” 1 Pedro 2:24. “Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” 2 Corintios 5:21. El expiar por el pecado significa cargar con él, quitarlo del corazón del trasgresor, quién queda entonces justificado de toda injusticia, limpio de contaminación y santificado para pertenecer al pueblo de Dios. Muere para el pecado, con el objeto de vivir para Cristo.

VIII. PROPICIACIÓN

El vocablo propiciación procede, según se cree, de la palabra latina “prope” que significa cerca. De ahí que el vocablo signifique reunir, crear un ambiente favorable para la reconciliación, lograr con éxito la reconcialización. El sacrificio de la propiciación aproxima al hombre a su Dios, lo reconcilia con él, expiando sus transgresiones y ganando el favor y la gracia divinos. Dios, inspirado de misericordia, acepta el don de la propiciación y restaura el pecador a su amor. Este es también el sentido del vocablo griego empleado en el Nuevo Testamento. Propiciar significa apaciguar la justa ira de un Dios santo, mediante el ofrecimiento de un sacrificio expiatorio 3:25; 1 Juan 2:2; 4:10. El pecado mantiene al hombre a distancia de Dios, empero Cristo ha tratado de tal manera con el pecado, a favor del hombre, que su poder de separación ha sido anulado. Por lo tanto, el hombre puede ahora acercarse a Dios en el hombre de Cristo. El acceso a Dios, el más sublime de todos los privilegios, ha sido comprado a gran precio, la sangre de Cristo. El Dr. Jaime Denney dice lo siguiente:

Y así como en el tabernáculo antiguo todo objeto sagrado empleado en la adoración tenía que ser rociado con la sangre de la expiación, así también todas las pares de al adoración cristiana, todos nuestros acercamientos a Dios deben fundamentarse en la expiación. Uno debe estar consciente de que esos acercamientos son un privilegio inapreciable, y deben de emprenderse con un sentido de la pasión de Cristo, y del amor con el cual nos amó cuando sufrió por los pecados, una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de que pudiere acercarnos a Dios.

El vocablo “propiciación” de Romanos 3:25 es el mismo vocablo empleado para traducir propiciatorio en el idioma griego. En el hebreo, propiciatorio significa literalmente cubierta, y tanto en el griego como en el hebreo, los vocablos sugieren la idea de un sacrificio expiatorio. Se hace referencia al arca del pacto (Exodo 25:10-22) la cual estaba compuesta de dos partes: primera, el arca, que representaba el trono del justo Rey de Israel, y contenía las tablas de la Ley como expresión de su voluntad justa; segunda, la cubierta o tapa, conocida como el propiciatorio, adornado de figuras angélicas conocidas con el nombre de querubines. Este objeto sagrado enseñaba dos cosas sobresalientes, a saber: primero, las tablas de la ley indicaban que Dios era justo, que no pasaría por alto el pecado, y que debía poner en vigor sus decretos y castigar a los malvados. Pero ¿cómo podía una nación pecaminosa vivir ante él? El propiciatorio, que cubría la ley, era el lugar donde la sangre se rociaba una vez al año a fin de hacer expiación por los pecados del pueblo. Era el lugar donde se cubría el pecado, y enseñaba la lección de que Dios, quien es justo, puede consecuentemente perdonar el pecado debido a un sacrificio expiatorio. Por medio de la sangre expiatoria, aquél que era trono de juicio se convierte en trono de gracia.

El arca y el propiciatorio ilustran el problema resuelto por la expiación. El problema y su solución son enunciados en Romanos 3:25, 26, donde leemos que el Señor Jesucristo ha sido “propuesto en propiciación (sacrificio expiatorio) por la fe en su sangre (recibida por la fe) para manifestación de su justicia, atento a hacer pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados (para demostrar que las demoras aparentes en lo que respecta a castigo no significan que Dios pasa por alto el pecado); con la mira de manifestar su justicia en este tiempo (su manera de hacer justos a los pecadores): para qué el sea el justo (inflija el castigo por el pecado), y el que justifica (remueva o destruya el castigo debido al pecado) al que es de la fe de Jesús.” ¿De qué manera puede Dios al mismo tiempo infligir realmente y cancelar en verdad el castigo por el pecado? En la persona de su Hijo, Dios mismo tomó la pena, dejando asó el camino expedito par el perdón de culpable. Su ley fue reverenciada, respetada, y el pecador fue salvado. Se expiaba el pecado, y se propiciaba la ira divina. El nombre puede entender de qué manera Dios puede ser justo en el castigo, y misericordioso en el perdón, pero no puede comprender cómo puede ser Dios justo en el acto de justificar al culpable. El Calvario resuelve el problema.

Debe recalcarse el hecho de que la propiciación era una verdadera transacción, pues hay algunos que afirman que la expiación era simplemente una demostración del amor de Dios y de Cristo, destinado a inspirar al pecador al arrepentimiento. Es ése en realidad uno de los efectos de la expiación (1Juan 3:16), pero no la expiación toda. Por ejemplo, podríamos arrojarnos al río y morir ahogados en la presencia de un pobre hombre a quien queremos convencer de nuestro afecto hacia él, pero ese acto de sacrificio no le pagaría el alquiler ni la cuenta del almacenero. La obra expiatoria de Cristo fue una verdadera transacción que quitó el obstáculo que se interponía entre nosotros y Dios, y pagó o canceló la deuda que nosotros jamás podríamos haber satisfecho quien ordena los sacrificios expiatorios; es Dios el Padre que envía a su Hijo y lo da en calidad de sacrificio para la humanidad. Dios mismo es el autor de la redención del hombre. Aunque su majestad ha sido ofendida por el pecado del hombre, y naturalmente su santidad debe reaccionar contra él, no obstante no está deseoso que el pecador perezca (Ezequiel 33:11) sino que se arrepienta y se salve. Pablo no dice que Dios se reconcilió con el hombre, sino que Dios hizo algo con el objeto de que fuera el hombre quien se reconciliara con Dios.

Este acto de reconciliación es una labor consumada, terminada; es una obra que se ha realizado en favor del hombre, de manera que a la vista de dios el mundo entero se ha reconciliado ya. Le corresponde ahora al evangelista proclamarlo, y al individuo recibirlo. La muerte de Cristo ha hecho posible la reconciliación de la humanidad con Dios; a cada individuo le corresponde ahora hacerla una realidad en su vida.

Esta es la esencia del mensaje del evangelio: la muerte de Cristo era una obra consumada de reconciliación, lograda independientemente de nosotros, a un costo infinito, y a la cual obra el hombre es llamado mediante el ministerio de la reconciliación.

¿Qué hace para el hombre la obra expiatoria de Cristo? ¿Qué produce en su experiencia?

Perdona la trasgresión
Por medio de su obra expiatoria, Jesucristo pagó la deuda que nosotros no podíamos pagar, y aseguró la remisión de pecados pasados. El pasado pecaminoso no pende más como peso muerto sobre el creyente, puesto que sus pecados y han sido borrados, levados, cancelados. Juan 1:29; Efesios 1:7; Hebreos 9:22 – 28; Apocalipsis 1:5. ha comenzado la vida de nuevo, confiado de que los pecados del pasado no se le serán recordados el día del juicio. Juan 5:24.

Por medio de la expiación el creyente no está libre solamente de la culpabilidad de sus pecados pasados, sino que también puede ser libre del poder del pecado. La materia está considerada en Romanos, 6 al 8. Pablo se anticipa una objeción que algunos de sus oponentes deben de haber hecho con frecuencia, es decir, que si la gente se salvaba creyendo simplemente en Jesús, pensarían con ligereza del pecado, diciendo: “Perseveraremos en pecado para que la gracia crezca” romanos 6:1. Pablo repudia aún el pensamiento y señala que aquél que cree realmente en Cristo se ha separado decididamente, en virtud de su fe, del pecado, una separación tan decisiva que se puede describir de muerte. La fe viva en el Salvador crucificado da como resultado la crucifixión de la antigua naturaleza pecaminosa.

El hombre que cree con todo el poder de su alma (y eso precisamente es lo que significa la verdadera creencia) que Cristo murió por los pecados, tiene tal convicción de lo terrible del pecado que lo repudia con todo su ser. La cruz significa la muerte o ruina del pecado en su vida. Empero el tentador acosa continuamente al hombre y la naturaleza humana es frágil, de ahí que sea necesaria una vigilancia constante y la crucifixión diaria de los impulsos pecaminosos. Y la victoria es segura. “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.”.

(Isaías 53) leemos lo siguiente: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores... Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados”. Todas estas expresiones presentan al Siervo de Jehová llevando el castigo que otros merecen, a fin de justificar a muchos, pues “él llevará las iniquidades de ellos2.
Cristo, por ser el Hijo de Dios, podía ofrecer un sacrificio de valor infinito y eterno. En virtud de haber asumido la naturaleza humana, podía identificarse a sí mismo con la humanidad y sufrir así su pena. Murió en nuestro lugar, por nosotros. Cargó sobre sus espaldas el castigo que nos correspondía, a fin de que nosotros no lo sufriéramos. Ello explica el grito de “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Aquél que era perfecto por naturaleza, que jamás había cometido pecado alguno en su vida, se hizo pecador , (Ï ocupó el lugar del pecador). Según las palabras de Pablo, “al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros”, (2 Corintios 5:21); según Pedro, “el cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero”. 1 Pedro 2:24.

IX. REDENCIÓN

El vocablo “redimir”, tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento, significa comprar algo de nuevo, mediante el pago de un precio; liberar de la esclavitud mediante el pago de un precio; comprar en el mercado y sacar del mercado. El Señor Jesucristo es un Redentor, y su obra expiatoria se califica de redención. Mateo 20:28; Apocalipsis 5:9; 14:3, 4; Gálatas 3:13; 4:5; Tito 2:14; 1 Pedro 1:18.

La ilustración más interesante de la redención es la ley del Antiguo Testamento relativa al pariente redentor. Levítico 25:47 – 49. En virtud de esta ley, un hombre que hubiera vendido su propiedad y a sí mismo como esclavo, debido a alguna deuda contraída, podía recuperar tanto su tierra como su libertad en cualquier momento con la condición de que fuera redimido por un hombre que poseyera los siguientes requisitos o condiciones: primero, que fuera pariente del interesado; segundo, que estuviera dispuesto a redimirlo; tercero, debía poseer el dinero necesario. El Señor Jesucristo reunía todas estas condiciones: se hizo pariente nuestro al tomar nuestra naturaleza; estaba dispuesto a darlo todo para redimirnos, (2 Corintios 8:9) y por ser divino, estaba capacitado para pagar el precio, su propia sangre.

La realidad de la redención nos recuerda que la salvaciones costosa, y por lo tanto, no debe considerársela con superficialidad. Cuando algunos creyentes corintios descuidaron su manera de vida, Pablo les hizo la advertencia siguiente. “¿O ignoráis que... no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” 1 Corintios 6:19, 20.

El Señor Jesucristo dijo en cierta oportunidad: “Porque ¿de qué aprovecha al hombre, si granjeare todo el mundo, y perdiere su alma? O ¿qué recompensa dará el hombre por su alma? Quiso decir que el alma, o la verdadera vida del hombre, podía ser perdida o arruinada, esta no podía existir compensación.


Bibliografía
Extracción del documento:
Pearlman, Myer. Teología Sistemática. Edit. Vida, Florida, 1989

1 comentario:

  1. DIOS LES BENDIGA GRANDEMENTE, GRACIA POR ESTA PAGUINA TAN NECESARIA PARA NUESTROS ESTUDIOS, Q EL SEÑOR LES SIGA DANDO SABIDURIA Y FORTALEZA

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