Cristología

CRISTOLOGIA

Por: Miguiel Quintanilla Oros
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA III
SEMTADEA, 2005


CAPITULO I

INTRODUCCION
Al resucitar Cristo venció a la muerte de una vez y para siempre. La muerte ya no tendrá dominio sobre Jesús, pues una vez que ha iniciado su vida resucitado permanecerá así para siempre; por eso la resurrección de Cristo es el único acontecimiento pleno, definitivo, escatológico de toda la historia de la salvación, porque aunque es un hecho que se da en el tiempo y en la historia, Sin embargo trasciende a la historia y al tiempo, se hace eterno y entra en la dimensión de Dios.

Si la salvación significa para el hombre su comunión con Dios, entonces en la resurrección de Jesús se da el máximo de la salvación que Dios haya ofrecido al hombre, porque en la resurrección de Cristo su humanidad trasciende junto a la divinidad y entonces se da una perfecta unidad del hombre con Dios; esto significa que la humanidad de Jesús ha sido totalmente conservada en su resurrección, porque fue divinizada.

Por eso la resurrección de Cristo es el acontecimiento principal de toda la historia de la salvación. Todo lo sucedido antes de la resurrección había sido provisional, comenzaba pero tenía un fin; así por ejemplo el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud del Faraón y salió de Egipto; ciertamente Dios intervino en ese acto, pero fue un acontecimiento provisional porque más tarde Israel volvería a ser esclavo, ya no de Egipto, pero sí de Asiria y Babilonia.

Al iniciar el estudio de la resurrección de Cristo es importante darnos cuenta desde un principio de que se trata de un hecho sucedido en la historia pero que tiene alcances hasta la eternidad; esto se ve con claridad al comparar entre sí las narraciones que hacen los evangelistas de la pasión y de la resurrección de Jesús.

Hay en todos los evangelios una concordancia en los hechos sucedidos en los últimos días de la vida de Jesús; todos ellos los presentan en el siguiente orden: Jesús entra en Jerusalén, la Ultima Cena, la oración en el Huerto de los Olivos, el juicio del Sanedrín, Jesús ante Pilato, ante Herodes, nuevamente ante Pilato, Barrabás, la crucifixión y la sepultura. Esta claridad con que se encuentran descritas la pasión y la muerte de Jesús se comprende porque son acontecimientos que han sucedido y están dentro de la historia. En cambio, cuando los escritos del Nuevo Testamento intentan describir la resurrección tienen que recurrir a las más diversas expresiones para poder narrar la experiencia que vivieron los testigos al ver a Jesús resucitado; y es que este hecho no pertenece a la historia como la pasión y la muerte, sino que se trata de una dimensión nueva jamás sucedida en el devenir humano, y esta experiencia, única en su género, tiene que ser también única en su expresión literaria.

Antes de analizar los diversos pasajes bíblicos que nos hablan de la resurrección, nos detendremos a estudiar los últimos días de la vida de Jesús, para comprender en donde está el valor de su muerte y así entender por qué Dios lo resucitó de entre los muertos.
CAPITULO II
SU MINISTERIO - LOS ACONTECIMIENTOS.
Veamos ahora lo sucedido con Jesús y sus discípulos durante los últimos días de la vida terrenal del Maestro, para ello seguiremos los pasos que nos narran los evangelios, buscando la razón de ser de esos pasos; después nos acercaremos a la experiencia personal de Jesús internamente, tratando de ver cuales fueron sus sentimientos poco antes de morir, todo esto hecho con el fin de valorar la muerte de Jesús en su significado teológico.
II.A.- Los últimos días de Jesús sobre la tierra.
La última etapa de la vida de Jesús comienza cuando llega con sus discípulos a Jerusalén para celebrar la Pascua Judía (Cf. Mc 11.1-11 y paralelos). Jesús es el Rabí (Maestro) de un grupo de discípulos a los ha venido enseñando su doctrina y conviviendo con ellos desde hace dos o tres años; ahora han llegado juntos a Jerusalén para la celebración que se aproxima. Los discípulos han aprendido durante esos años a entender las acciones de su Maestro y a escuchar su doctrina. En Israel era frecuente encontrar grupos de maestros y discípulos como este.

Jesús ha tenido la intención de fundar su propia Iglesia, por eso es que llamó a sus discípulos y los enseñó con su comportamiento y su palabra. Esta misión de fundar la Iglesia la fue descubriendo por ser Hijo de Dios; al final .después de su muerte. resultaría hecha realidad, pero en esos días de su pasión Jesús como hombre debió sufrir enormemente la sensación de no haber cumplido su misión, la cual habría ido descubriendo poco a poco y de la cual estaría ya plenamente seguro, tal como se lo había demostrado a sus discípulos.

Los judíos celebran cada año la Pascua para conmemorar la intervención de Dios que los salvó de la esclavitud en Egipto. Esta había sido la mayor intervención de Dios en toda la historia del pueblo de Israel, y por eso los judíos festejaban cada año en Jerusalén, donde se encontraba el Templo, el recuerdo de la maravilla que Dios había obrado con su pueblo. Jesús y sus doce discípulos llegaron a Jerusalén para celebrar la Pascua y regresar a Galilea donde continuaría su predicación y su enseñanza, pero todo habría de cambiar en unas cuantas horas; los acontecimientos se desenvolvieron de tal manera y con tal rapidez que todos quedaron desconcertados.

II.A.1.- Semana judía y semana actual.
Veamos ahora en un cuadro los pasos seguidos por Jesús en Jerusalén, considerando un des-fase entre los días de la semana judía y la cristiana, pues en aquel tiempo los judíos contaban la duración de los días a partir de una puesta del sol, y su terminación hasta la siguiente.

La primera columna de la tabla siguiente nos indica el día judío; en la segunda aparece el mismo día, pero dividido en dos partes, inicio y fin, con el propósito de compararlo con las partes de nuestro día actual. En la tercer columna se indican los días de nuestra semana actual divididos también en dos partes: día, que comprende desde el amanecer hasta que oscurece, y noche hasta un nuevo amanecer, ubicando en ellos los últimos acontecimientos de la vida de Jesús en la parte que les corresponde.

Semana Judía: Semana Cristiana: Sucesos:
Jueves Inicio: noche del miércoles.
Fin: atardecer del jueves: Por la tarde: La Ultima Cena. Oración en el Huerto de los Olivos.

Viernes Inicio: jueves en la noche: Por la noche: Arresto de Jesús y
Fin: viernes al anochecer: juicio ante el Sanedrín I. (Lc 22,54; Jn 18,13-24).
Por la mañana: Juicio Sanedrín II (Mt 26,57-66; Lc 22,66-71). Jesús ante Pilato I (Lc 23,2-7) Jesús ante Herodes (Lc 23,13-24)
Jesús ante Pilato II (Lc 23,13-24). Muerte en la cruz hacia las 3 PM.
Sepultura, antes de del anochecer.

Sábado Inicio: viernes en la noche. Jesús está en el sepulcro, sus dis- Fin: sábado al atardecer. cípulos se encuentran escondidos.

Domingo Inicio: sábado por la noche. Jesús RESUCITA.
Fin: domingo al anochecer.

Antes de analizar los diversos pasajes bíblicos que nos hablan de la resurrección, nos detendremos a estudiar los últimos días de la vida de Jesús para poder comprender en donde está el valor de su muerte, y así entender por qué Dios lo resucitó de entre los muertos.

II.A.2.- La Ultima Cena.
En la tarde de nuestro jueves se reunió Jesús con sus discípulos en Jerusalén para cenar, sería la última vez que lo hiciera. Para entonces ya se había dado cuenta de que el Sanedrín lo buscaba.

El Sanedrín era la máxima autoridad religiosa y civil de Israel; estaba formado por el Sumo Sacerdote, un grupo de saduceos, un grupo de fariseos y algunos ancianos de la aristocracia laica. Como autoridad máxima judía, el Sanedrín se vio obligado a intervenir por las manifestaciones provocadas al llegar Jesús a la ciudad, y luego al presentarse en el Templo. No lo hizo de inmediato porque sus miembros tenían miedo a la reacción del pueblo sobre el cual Jesús ciertamente ejercía influencia (Cf. Mt 21,14ss; Lc 19,47-48; Jn 12,19), pero una vez decidido a intervenir tenía que hacerlo antes de que comenzara el sábado en que se celebraba la Pascua, pues no hubiera sido po-sible hacerlo durante la fiesta, por motivos religiosos. Entonces convinieron los miembros del Sane-drín con Judas Iscariote su traición y la entrega de su Maestro en un lugar apartado.

II.A.3.- En el Huerto de los Olivos.
Después de cenar, Jesús y sus discípulos se dirigieron al Huerto de los Olivos para orar, porque Jesús sentía preocupación y angustia (Mc 14,33), tanto que llegó a exclamar en su oración "Padre, todo es posible para tí, aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú" (Mc 14,36).

Los discípulos no comprendían lo que iba a suceder y se quedaron dormidos; llegó entonces la gente armada que había enviado el Sanedrín a prender a Jesús, y Judas lo entregó con un beso (Mc14,44-45). Jesús quedó hecho prisionero y sus discípulos huyeron (Mc 14,50). Después de esto Jesús tendría que caminar solo hacia la cruz.

Es importante darse cuenta de la traición de Judas, de la reacción de los discípulos y de las posteriores negaciones de Pedro. En la reacción de los discípulos se constata que todo lo que Jesús había enseñado y hecho no fue suficiente para confirmarles la fe en que él era el Hijo de Dios. Aparentemente, al menos por esos días, no estaban convencidos de la divinidad de Jesús, y es que ella no era nada sencillo de entender.

El pueblo de Israel había sido depositario de la revelación de Dios por más de mil años, y estaba firmemente convencido de ser su pueblo elegido (Ex 6,6ss), pero según la revelación con-tenida en el Antiguo Testamento Dios era un ser trascendente, omnipotente, eterno, y por lo mismo extraño y lejano para el mundo y para el hombre, al grado de que los israelitas ni siquiera se atrevían a pronunciar su nombre. Es cierto que Yahweh, Dios, se manifestó en varias ocasiones al pueblo de Israel, pero nunca descendió en lo personal al mundo, sino que se comunicaba con el pueblo a través de la nube, de los ángeles, del sueño, etc. Ahora Jesús, con sus treinta años de edad, se presenta en medio del pueblo predicando que es el Hijo de Dios, y dirigiéndose a él como un niño se dirigiría a su padre, diciéndole Abbá, hablándole con una de las palabras más familiares que los niños pequeños aprendían a pronunciar. El que Jesús llamara a Dios Abbá era una verdadera blasfemia, una locura y un escándalo, y el que un hombre se considerara Hijo de Dios, y así lo predicara, era algo sencillamente insoportable para los dirigentes religiosos del pueblo judío.

Por otra parte Israel esperaba, y espera todavía, un Mesías, si, pero de una personalidad totalmente opuesta a la de Jesús; esperaba un Mesías fuerte, a un hombre con poderes divinos que fuera capaz de llevar al pueblo hacia su libertad independizándolo del dominio romano; que le uniera política y religiosamente, que le diera prosperidad y bienestar; y Jesús fue todo lo contrario. Esto explica la razón que tenía el Sanedrín para tratar de acabar con la vida de Jesús, ya que encontraba que su predicación y su persona se apartaban radicalmente de sus expectativas religiosas.
Jesús rompía con todos los moldes, su mensaje no tenía cabida en el Antiguo Testamento. Sería demasiado pedir que el Sanedrín pudiera comprender lo que estaba sucediendo con Jesús; sus propios discípulos, que lo conocieron y convivieron con él, y que le vieron hacer tantos milagros, no lo comprendieron: Judas lo traicionó, Pedro lo negó, y los demás lo abandonaron, ¿qué otra cosa iba a hacer el Sanedrín?

Jesús se quedó solo prácticamente desde el Huerto de los Olivos, incomprendido por los apóstoles y por los judíos tendría que caminar solo hacia la cruz y la muerte; desde ahora con-templamos el paso tan difícil que debió dar Jesús.

A lo largo de la historia de la salvación Dios había pedido cosas difíciles: a Moisés le pidió que liberara a todo un pueblo del poder del Faraón, a Abraham que sacrificara a su hijo Isaac, a María que aceptara ser la madre del Hijo de Dios, etc., pero a todos ellos Dios los protegió; a Jesús no, a Jesús nadie le acompañó hasta su muerte, y fue una muerte horrible.

En el capítulo siguiente, al tratar sobre la actitud interna de Jesús en los últimos días, veremos el significado de la traición de Judas, de las negaciones de Pedro y de la cobardía de los demás discípulos.

II.A.4.- Arresto de Jesús.
"Todavía estaba hablando, cuando de pronto llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos. El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela. Nada más llegar, se acerca a él y le dice: Rabbí, y le dio un beso. Ellos le echaron mano y le prendieron" (Mc 14,34-46).

El pueblo judío había sido conquistado por el imperio romano desde el año 63 a.C.; con él, al igual que con todas sus colonias, la forma de dominio seguida fue de un gran respeto hacia sus instituciones políticas y religiosas, y en general hacia sus valores culturales, militares, etc. La táctica romana de dominio consistía en tener un representante en el país, llamado Procurador, y varias legiones de soldados encargados de imponer y conservar la paz, tanto militar como diplomática-mente, para que el pueblo pudiera trabajar y pagar sus tributos al Emperador. Por eso el Sanedrín, como máxima autoridad civil y religiosa de Israel, tenía cierta libertad de acción; contaba incluso con un pequeño ejército con el cual podía imponer el orden entre los judíos, pero que era insuficiente en número para enfrentarse a las legiones romanas.

Junto con sus soldados, el Sanedrín envió a un grupo de personas encargadas de hacer aparecer el arresto de Jesús como consecuencia de una pequeña revuelta callejera.

II.A.5.- Sanedrín I.
"Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos... Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué os parece? Respondieron ellos diciendo: Es reo de muerte" (Mt 26,57 y 65-66).
"Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo" (Jn 18,14).

Jesús fue llevado ante el Sanedrín por primera vez el mismo jueves en la noche; a partir de entonces el procedimiento seguido para juzgarlo fue totalmente ilegal. La legislación judía prescribía que los delitos mayores, los merecedores de la pena capital, se examinaran solamente de día, nunca en tiempo de fiestas y nunca en el transcurso de solo día. Además, los judíos estaban auto-rizados para dar muerte ellos mismos a un reo por blasfemia mediante el procedimiento de lapidación (He 7,55s); sin embargo lo entregaron a Poncio Pilato para ser crucificado, lo cual indica que la intención del Sanedrín era otra que simplemente la de ejecutar a un blasfemo, y es que Jesús había adquirido tal renombre que los judíos tenían miedo de echarse al pueblo encima en caso de ordenar ellos que fuera lapidado, por eso les era más conveniente hacer que lo condenaran los roma-nos por motivos aparentemente políticos.

El mismo jueves por la noche el Sanedrín declaró a Jesús reo de muerte, como lo comenta el evangelio de Mateo, y sus miembros discutieron acerca de la acusación. La sentencia que reporta el evangelio de Juan en 18,14 nos da la clave del resultado: "...convenía que muriera un solo hombre por el pueblo".

Las acusaciones presentadas contra Jesús fueron muchas: Considerarse Hijo de Dios, considerarse el Mesías, correr a los vendedores y cambistas del Templo, predecir la destrucción de su edificio, llamar Abbá a Dios, pretender tener poder de perdonar los pecados, etc. La verdad es que Jesús con su actuación ponía en tela de juicio toda la religión judía, y esto resultaba intolerable para el Sanedrín, de allí la frase del Sumo Sacerdote, era mejor que muriera Jesús y no que todo el pueblo se viera afectado en la base misma de su religión.

La primera reunión con Jesús esa noche fue para declararlo reo de muerte, pero el Sanedrín quiso que muriera crucificado por los romanos y no lapidado por los judíos.

II.A.6.- Sanedrín II.
"Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Y después de atarle le llevaron y le entregaron al Procurador Pilato" (Mt 27,1-2).

El viernes por la mañana se reunió por segunda vez el Sanedrín para preparar la estrategia que seguirían para acusar a Jesús ante Poncio Pilato. En esta segunda reunión las acusaciones cambiaron totalmente respecto a las que se habían presentado la noche anterior: Acusarían a Jesús de no querer pagar los impuestos y de proclamarse Rey de los judíos, en oposición al Emperador romano; incurriría entonces en el grave delito de rebelión contra la autoridad imperial y merecería el castigo de morir en la cruz (Cf. Lc 23,2-3).
II.A.7.- Poncho Pilato I.
"Comenzaron a acusarle diciendo: Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey. Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los judíos? El le respondió: Si, tu lo dices. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: Ningún delito encuentro en este hombre. Pero ellos insistían diciendo: Solivianta al pueblo, ense-ñando por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí. Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo. Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén" (Lc 23,2-7).

El evangelio de Lucas nos informa de una primer comparecencia de Jesús ante Pilato, quien lo encuentra inocente pero lo envía ante Herodes por ser originario de Galilea; a su vez, Herodes no quiere juzgarlo y lo regresa al Procurador Pilato. Los otros tres evangelistas condensan estos hechos en una sola presentación ante Pilato, sin mencionar la visita a Herodes.

La actitud y las palabras de Pilato nos muestran que él no encuentra culpa en Jesús y que se ha dado cuenta de su inocencia desde el primer momento que lo vio, sin embargo como Procurador romano debe buscar la paz en su territorio, y un punto clave para ello es conservar las buenas relaciones con el Sanedrín; de allí su táctica evasiva de enviar a Jesús con Herodes, y luego de dar al pueblo a escoger entre la libertad de Jesús y la de Barrabás. Desde su posición como funcionario romano Pilato no cree que Jesús se haya rebelado contra el imperio, pero sí capta lo importante que es para el Sanedrín condenar a Jesús, por eso al final terminará lavándose las manos en señal de que el castigo impuesto ha sido por complacer a los judíos y no por las acusaciones hechas a Jesús.
II.A.8.- Herodes.
"Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera. Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia. Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato" (Lc 23,8-11).

A la muerte de Herodes el Grande, en el año 4 a.C., el Emperador Augusto hizo que se cum-plieran sus disposiciones testamentarias y dividió el reino entre sus hijos, dando la zona nor-occidental a Herodes Filipo, la Galilea a Herodes Antipas, y Samaria y Judea a Arquelao. En el año 6 d.C., ante la incapacidad de Arquelao como gobernante, se añadieron Judea y Samaria a la pro-vincia de Siria y quedaron bajo el mando del Procurador de Siria; es por eso que cuando ocurrió la pasión de Jesús el sur de Palestina estaba gobernado por Poncio Pilato, mientras que Galilea lo era por Herodes Antipas, aunque éste también estaba sometido al Imperio Romano; todo esto nos lo confirma Lucas en 3,1: "En el año quince del imperio de Tiberio César siendo Poncio Pilato Procurador de Judea, y Herodes Tetrarca de Galilea...".

Poncio Pilato, al saber que Jesús era de Galilea, y en un intento por disuadir al Sanedrín de sus acusaciones, envió al prisionero ante Herodes Antipas aprovechando que éste, como él mismo, se encontraba en Jerusalén con motivo de la fiesta de Pascua. Por su parte Herodes también se dio cuenta de la responsabilidad que le pasaba Pilato; él tenía poder para mandar lapidar a Jesús, pero en conciencia no podía hacerse cargo de ejecutar el plan del Sanedrín, por lo que decidió regresarlo al Procurador.

II.A.9.- Pilato II.
"Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo y les dijo: Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo lo he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que lo acusáis. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. Así que le castigaré y le soltaré. Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: ¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás! Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. Pilato les habló de nuevo, intentando liberar a Jesús, pero ellos seguían gritando: ¡Crucifícale, crucifícale..." (Lc 23,13-21).

En este pasaje vemos cómo Pilato, en su intento por no ejecutar a Jesús, recurre a la cos-tumbre de dejar en libertad a un prisionero como regalo romano a los judíos por la celebración de la Pascua, pues Pilato sigue convencido de la inocencia de Jesús. Ante esta actitud, el Sanedrín se encarga de difundir entre el pueblo instrucciones para que se grite pidiendo la libertad de Barrabás y la condenación de Jesús; entonces, cuando Pilato pregunta a la muchedumbre cuál de los dos prisio-neros debe ser puesto en libertad, todos responden en favor de Barrabás. Tal vez en otras circuns-tancias los judíos no habrían aceptado la liberación de un asesino, sin embargo el Sanedrín veía en Jesús un peligro mucho mayor que el que ofrecía Barrabás, ya que Jesús con su doctrina cuestionaba todo el fundamento de la religión judía, según la entendían los maestros de la Ley.

Pilato, habiendo agotado todos sus recursos, viendo la insistencia del Sanedrín y teniendo como prioridad el salvaguardar la paz en la región a su cargo, en un último intento preguntó: "Y ¿qué voy a hacer con el que llamáis Rey de los judíos?".

II.A.10.- La crucifixión.
"Pilato entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado" (Mc 15,15).

La crucifixión era el castigo que los romanos daban por los delitos más graves, como la rebelión o el asesinato; lo aplicaban para hacer desistir a la población de cometer esos delitos, y para ello los reos eran puestos en el suplicio en sitios donde pudieran ser vistos por mucha gente. Era común que antes de la crucifixión se diera a los condenados un trago de vino con alguna droga que adormecería sus conciencias y atenuaría su sufrimiento, pero Jesús lo rechazó; también era una tradición que los soldados encargados de la ejecución se repartieran las ropas de los condenados, como sucedió con Jesús. Estos dos hechos adquirieron, vistos a la luz de las profecías de los Salmos del Dolor (22,19 y 69,22), una especial importancia para los evangelistas que vieron en ellos su cabal cumplimiento.

También era costumbre colocar sobre el crucificado un letrero en el que se indicaba la causa de su condena. San Juan en 19,19 recuerda que la tabla de la acusación de Jesús contenía una inscripción el hebreo, griego y latín que decía: "Jesús Nazareno, el Rey de los Judíos".

Los signos extraordinarios que según los evangelios acompañaron a la muerte de Cristo quieren ser testimonio de que una nueva era ha comenzado: Las tinieblas que se extendieron por todo el país y la ruptura de la cortina del Templo que cubría al Sancta Sanctorum, lugar santísimo donde solamente el Sumo Sacerdote podía entrar para ofrecer el sacrificio expiatorio. Estas señales son expresión y símbolo de que la Antigua Alianza había terminado y comenzaba un nuevo orden divino (Cf. Heb 8,6-13). También es testimonio de ello la confesión del centurión romano al pie de la cruz: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15,39); en ella vemos que en el momento en que el pueblo judío dejaba que su Mesías muriera en manos de los romanos, surgió la confesión de que Jesús es el Hijo de Dios en labios de uno sus verdugos.

II.A.11.- La sepultura.
Por lo general la muerte de los crucificados ocurría después de largas horas, cuando que-daban exhaustos. Normalmente eran sepultados en fosas comunes ubicadas en sitios apartados, pero la valiente intervención de José de Arimatea evitó que a Jesús le fuera dada esa clase de sepultura: él fue donde Poncio Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús para sepultarlo en una tumba de su propiedad, excavada en la roca (Cf. Mc 15,42s).
La relación que escribieron los evangelistas sobre la sepultura de Jesús es sobria, concisa y objetiva, pero precisamente es así como la sepultura se convierte en la confirmación oficial de su muerte. La sepultura es una consecuencia de la muerte, es la muerte llevada a su consumación perceptible para los sobrevivientes; el entierro manifiesta en forma visible la partida del hombre de este mundo, su separación definitiva de la sociedad humana; el entierro es la última despedida que los sobrevivientes harán al difunto. Se trata de una separación definitiva que fue vista por San Pablo como la ruptura final del hombre con el pecado del mundo.


II.B.- Valor teológico de la muerte de Jesús.

II.B.1.- Introducción.
Analizamos en las páginas anteriores los últimos momentos de la vida terrena de Jesús con-templados desde un punto de vista externo, es decir desde el proceso seguido contra Jesús por el Sanedrín y por Poncio Pilato, y las razones que los judíos y romanos tuvieron para condenarlo a morir en la cruz. En esta sección se tratará de ver cómo sufrió Jesús su muerte y qué experiencia humana le significó; de esta manera podremos comprender, por una parte, la generosidad de Dios, y por la otra el valor insustituible que tuvo la muerte de Jesús en la cruz para la salvación de los hombres. Para descubrir esta experiencia interna de Jesús hemos de recurrir a la figura del Siervo de Yahweh presentada en el Antiguo Testamento.

II.B.2.- El Siervo de Yahweh.

a).- Los cuatro himnos del Siervo.
La figura del Siervo de Yahweh se encuentra escrita en el libro del profeta Isaías, en la forma de cuatro himnos o cantos: Is 42,1-4; 49,1-6; 50,4-9; 52,13 a 53,12; de estos cuatro himnos es el cuarto el que está más lleno de dramatismo y el que mejor delinea la figura del Siervo, dice:

"He aquí que prosperará mi Siervo, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera. Así como se asombraron de él muchos, pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre ni su apariencia era humana, otro tanto se admirarán muchas naciones; ante él cerrarán los reyes la boca, pues lo que nunca se les contó verán, y lo que nunca oyeron reconocerán ¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahweh ¿a quién se le reveló? Creció como un retoño delante de él, como la raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; y no tenía aspecto que pudiéramos estimar".

"Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta".
"Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino y Yahweh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca".

"Tras el arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca. Mas plugo a Yahweh quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahweh se cumplirá por su mano. Por las fatigas de su alma, verá la luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará.
Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes".

Este cuarto himno, así como los tres que le preceden, fueron escritos en una de las épocas más difíciles de la relación que vivió el pueblo de Israel con Dios. Yahweh había prometido a su pueblo darle una numerosa descendencia, una tierra propia para que la habitara, un Rey, una Ley y un Templo:

Promesa de descendencia numerosa: 1600 a.C. A Abraham.
Promesa de un territorio propio: 1200 a.C. A Moisés y Josué.
Promesa de una Ley: 1170 a.C. A Moisés.
Promesa de una gran dinastía: 1000 a.C. A David.
Promesa de un Templo: 950 a.C. A Salomón.

Todas estas promesas le había cumplido Dios a Israel como pueblo, sin embargo él no supo corresponder a esa generosidad, no cumplió la parte que le correspondía, fue infiel a su Dios (Cf. Ez 16,23s). Por esa falta de correspondencia Yahweh quitó a Israel todas las promesas que le había cumplido; esto sucedió históricamente en el año 586 a.C., fecha en la que Babilonia conquistó a Israel, destruyó el Templo de Jerusalén, deportó a su Rey y a la mayor parte del pueblo apro-piándose su territorio, le suprimió la Ley que había recibido Moisés y le obligó a seguir la propia de Babilonia; finalmente hizo que los israelitas tuvieran que casarse con babilonios, perdiendo así la pureza de su raza. Fue en la amargura de este exilio cuando un profeta escribió los cantos del Siervo de Yahweh.

El profeta Isaías expresa en estos cantos la experiencia dolorosa de un pueblo que se ve abandonado por su Dios (Is 40-55). Los sufrimientos y las calamidades del Siervo reflejan la situación que afronta el pueblo de Israel al tener que vivir la amarga experiencia de su exilio en Babilonia, la cual acepta como un castigo por su infidelidad. En ese momento de dolor, abandono y sufrimiento, Dios la da a su pueblo una esperanza que el Deutero-Isaías recoge en la figura del Siervo de Yahweh.

b).- Contenido doctrinal de los cantos del Siervo de Yahweh.
El Siervo de Yahweh:
1.- Es inocente, no tiene culpa (53,9).
2.- Carga con las culpas de los demás (53,7): "Yahweh descargó sobre él las culpas de todos nosotros".
3.- No reclama (42,2): "No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz".
(50,6): "Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban y mis mejillas a los que mesaban mi barba"
4.- Dios mismo le infringió este sufrimiento (53,6): "Yahweh descargó sobre él la culpa de todos nosotros", (53,10): "Mas plugo a Yahweh quebrantarle con dolencias".
5.- Lo abandonaron los suyos (49,7): "Aquel cuya vida es despreciada y es abominado de las gentes".
6.- Dios mismo lo abandonó (49,4): "Pues yo decía: Por poco me he fatigado, en vano e inú-tilmente mi vigor he gastado ¿De veras Yahweh se ocupa de mi causa, y mi Dios de mi trabajo?
7.- Y Dios le había encomendado una misión (42,3s): "Lealmente hará justicia; no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas. Así dice Dios..."
8.- Su vida termina en el más completo abandono, sin haber podido descubrir para qué lo había llamado Dios. Ya muerto es enterrado entre los malhechores (53,9): "Y se puso su sepultura entre los malvados".

c).- Valor salvífico del sufrimiento del Siervo.

El sufrimiento del Siervo se convierte en causa de salvación para los demás, y al padecer en favor de los otros lo hace también en favor suyo; al cargar con la culpa, la anula; queda así puesta la condición necesaria para la salvación designada metafóricamente como una curación: "El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados" (53,5).
La salvación que da el Siervo de Yahweh consiste en un estado de seguridad, que resulta del apaciguamiento ((shalom = paz) instaurado en todos los ámbitos de la vida humana y que, como lo muestran sobre todo las descripciones bíblicas del estado original y de la salvación escatológica, se debe en último término a la paz con Dios; y la paz, para la Biblia, es un estado de armonía de todas las relaciones del hombre con Dios, con los demás seres humanos y con la naturaleza.

La obra y la salvación del Siervo tendrán un éxito perdurable. Esta idea del éxito final luego de pasar por todas las dificultades se encuentra en los poemas del Siervo (42,2; 49,4; 50,7s) y culmina con la proclamación de Yahweh en el Canto cuarto; en él, el Siervo obtendrá un éxito inaudito e inesperado, para maravilla de los pueblos y reyes "subirá y crecerá mucho" (52,13s). Este éxito se ilustra mediante dos series de imágenes típicamente bíblicas: una pertenece al ámbito militar por tratarse de una victoria en batalla, "le dará una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre"; la otra está tomada del ámbito forense y se refiere a la victoria de su causa ante el tribunal, cuando finalmente el Siervo sea reconocido como justo (53,11).
La exaltación, victoria o justificación del Siervo consiste en que "verá la luz" (53,11). En el lenguaje de la Biblia y del Oriente antiguo esto significa que vivirá y "prolongará sus años" (53,10); el Siervo podrá incluso trasmitir la vida después de la muerte: "Verá su descendencia" (53,10); así el Siervo vuelto a la vida transmitirá esa vida , y siendo justo justificará a Israel. En cuanto sea exaltado, ejercerá la misión de mediador entre Dios y los hombres.
II.B.3.- La muerte de Jesús y la figura del Siervo.
La muerte de Jesús nos hace ver que su misión no es otra que la descrita para el Siervo de Yahweh, ya que él hizo realidad aquello que en el libro del profeta Isaías era solamente una promesa. Jesús es el Siervo de Yahweh, y su figura como tal ejerció un influjo notable en la Cristología del Nuevo Testamento (Cf Mc 1,11; 10,45; Lc 22,37; 24,25-26; He 3,13-18; 8,26-36; I Cor 15,3; 2 Cor 5,21; Fil 2,7; Heb 9,28).

Jesús, al igual que el Siervo, es inocente; por eso Pilato se lava las manos. Jesús carga con las culpas de los demás: "Cristo murió por nuestros pecados" (I Cor 15,3). Jesús no reclama: "pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tu quieras" (Mc 14,36). Dios mismo le infringe este sufrimiento: "¡Abba, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa...". Lo abandonaron los suyos, Pedro no negó (Mc 14,66-72), Judas lo traicionó, sus demás discípulos se escondieron (Mc 14,50), Dios mismo parece haberlo abandonado: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".

La muerte de Jesús tiene valor por haberse cumplido en ella la profecía del Siervo de Yahweh y no por el sufrimiento físico que implicó, pues muchos otros también sufrieron el dolor tremendo de ser crucificados, y otras personas han padecido enfermedades muy dolorosas por un tiempo más largo que el que duraba el tormento de la crucifixión. La vida y la muerte de Jesús tienen un enorme valor por la confianza que durante ellas demostró en su Padre Dios, una confianza sin límites llevada hasta el extremo.

Tratemos ahora de comprender lo que pasaba en el interior de Jesús durante sus últimos días.

Jesús, a medida que iba creciendo y desarrollándose, descubría su divinidad. Este descubrimiento no debe haberle sido sencillo de aceptar, porque como ser humano era igual a nosotros y por lo tanto tenía nuestra misma anatomía y nuestra misma forma de pensar, de tal manera que para poder juzgar algo necesitaba contar con elementos; su juicio era limitado pues como humano no podía adivinar el futuro, ni predecirlo, ni conocer lo que las personas sentían y pensaban. Era de nuestra misma condición en todo, menos en el pecado. Como Dios, en cambio, lo sabía todo, podía comprender las cosas presentes, las pasadas y las futuras; era omnisciente y omnipotente.

Cuando Jesús comenzó a descubrirse como Dios, cuando comenzó a notar que Dios estaba presente en él, tuvo que ir poco a poco aprendiendo a traducir su divinidad a términos de su humanidad; es como el caso de un místico que tenga una experiencia muy fuerte de Dios, que tiene que aprender a expresarla con la lógica y dentro de las categorías humanas para que sea comprensible a los demás.

Jesús siempre fue Dios, desde su nacimiento hasta su muerte, desde antes de encarnarse hasta después de ser glorificado en la Resurrección, pero como hombre verdadero tuvo que pasar por un proceso humano para comprender su divinidad; podríamos decir que a medida que iba creciendo, humanamente hablando, aprendía a comprender a Dios y a convivir con él.

El conocimiento pleno de su misión en el mundo fue manifestado por Jesús en la sinagoga de Nazaret, en una ocasión que ha sido recordada por Lucas en 4,16-21: "Vino Jesús a Nazaret, donde se había criado, y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías, y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado para proclamar la liberación a los cautivos y dar la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor'. Enrollado el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó a decirles: 'Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy" A continuación Jesús manifestó a los presentes que en él se cumplía todo aquello que el profeta Isaías había escrito muchos años antes. Se trata este texto de una profecía de carácter mesiánico, y si Jesús se la aplicó es porque tenía la certeza de ser el Mesías, el Salvador de los hombres.

Tomando el cuenta que Jesús se había descubierto como el Hijo de Dios, a quien llamaba Abba, el haberse identificado en la sinagoga como el Mesías y Salvador profetizado por Isaías no puede reducirse a un momento de emoción religiosa, sino a una realidad comprendida que también es aceptada por Pedro en Mc 8,27-29 cuando Jesús pregunta "¿Quién dicen los hombres que soy yo?. Ellos le dijeron, unos, que Juan el Bautista; otros que Elías; otros que uno de los profetas. Y él les preguntaba: y vosotros ¿quién decís que soy yo?. Pedro le contesta: 'Tú eres el Cristo..."

A lo largo de su vida Jesús se ha descubierto ser el Hijo de Dios y se ha percatado de su misión como Mesías, sin embargo en el momento en que se encuentre próximo a morir todo habrá de cuestionarlo, pues se verá traicionado por Judas, negado por Pedro y abandonado por todos los suyos. Ya desde su oración en el huerto de Getsemaní Jesús comienza a sentir una terrible angustia humana, y se dirige al Padre: "Abba, todo es posible para tí; aparta de mí esta copa..." (Mc 14,36). El hecho de que estas palabras hayan sido conservadas en arameo es prueba de que se trasmiten tal como fueron dichas por Jesús; en ellas manifiesta el horror tremendo que experimenta al ver que su existencia terminará en la cruz, y lo que es peor, sentir que allí fracasará su misión. Luego, en sus últimos momentos, apelará al Padre pensando que también El le ha abandonado: "Eloi, Eloi, ¿lema sabactani?", Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, palabras que el evangelista Marcos conservó también en arameo, la lengua madre de Jesús.

La muerte de Jesús es una tremenda desilusión porque implica que todo aquello que había experimentado como Hijo de Dios venía a convertirse en una mera ilusión; su muerte en la cruz implicaba que había fracasado en el cumplimiento de su misión, que ni era el Hijo de Dios, ni el Mesías, ni el Salvador. Esta desilusión es la que sentía Jesús, el hombre, aquel viernes en que era sentenciado a muerte por Poncio Pilato; pero sería el hecho de continuar hasta la cruz a pesar del abandono de los suyos, de obedecer ciegamente a Dios a pesar de su aparente abandono, lo que lo convertirá en el Salvador de los hombres, en el Mesías, porque Hijo de Dios nunca dejó de serlo.

La cruz nos da una gran luz sobre el significado teológico de la vida y la muerte de Jesús: Si Jesús pudo llegar hasta ella es porque durante su vida pudo sentir su filiación divina y la cercanía de Dios. Fue para él tan única la experiencia de descubrir a Dios en su propia persona como lo fue única su muerte en la más completa soledad y abandono. Ciertamente él sintió el abandono de Dios poco antes de morir, pero sabía en el fondo de su ser que era verdad todo aquello que descubrió en su vida, que era auténtica su filiación divina, que Dios se la demostró permitiéndole hacer numerosos prodigios, y por eso creyó contra toda esperanza.

La muerte en cruz de Jesús nos muestra el inmenso amor de Dios que se hizo hombre en Jesús. Solamente por esta tan especial presencia de Dios en sí mismo pudo llegar Jesús con fidelidad hasta su último momento.
II.B.4.- La muerte de Jesús y la actitud de sus discípulos.
La actitud de los apóstoles habla también de lo difícil que fue para Jesús terminar su vida terrena en la cruz.
Aquella trágica semana de su muerte los discípulos habían llegado a Jerusalén con su Maestro para celebrar la Pascua, pero repentinamente los acontecimientos hicieron que cambiara por completo el curso de la vida de Jesús al ser apresado. Si Jesús pudo continuar solo después de su captura fue porque había sido en su propia persona testigo de la más grande manifestación de Dios: su Encarnación. Los discípulos de Jesús, en cambio, no pudieron seguirlo.

a).- La traición de Judas.

"Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: ¿Qué queréis darme y yo os lo entregaré? Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando la oportunidad para entregarle" (Mt 26,14-16).

Todos los datos que nos proporcionan los Evangelios sobre Judas se entienden mejor si pensamos que entregó a su Maestro, más que por cualquier otra razón, para poner a prueba su divinidad; por eso al ver que Jesús no hacía nada por salvarse se asustó, fue a regresar las monedas que había recibido y se ahorcó. Judas quería convencerse de que Jesús era el Hijo de Dios, el Mesías, y con su lógica muy personal pensó que entregándolo al Sanedrín lo obligaría a manifestar su poder para liberarse; cuando Judas se dio cuenta de que no sucedía así, y que Jesús sería crucificado, cayó en una profunda crisis de arrepentimiento por la magnitud de la traición que había realizado. Judas nunca quiso que su Maestro muriera, él lo que quería era que demostrara su poder divino.

"Entonces Judas, el que le entregó, viendo que había sido condenado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las treinta monedas a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: 'Pequé entregando sangre inocente'. Ellos dijeron: 'A nosotros, ¿qué? Tú verás'. El tiró las monedas en el Sanedrín; después se retiró y fue y se ahorcó" (Mt 27,3-5). Como se deduce de este pasaje de Mateo, la verdadera intención de Judas no era cobrar el dinero por su traición sino adelantar las cosas; quiso obligar a Jesús a que manifestara su divinidad y por eso lo entregó.

b).- Las negaciones de Pedro.

"Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego... Estando Pedro abajo en el patio, llega una de las criadas del Sumo Sacerdote y al ver a Pedro calentándose, le mira atentamente y le dice: 'También tu estabas con Jesús de Nazaret'. Pero él lo negó: 'Ni se ni en-tiendo qué dices', y salió fuera, al portal, y cantó un gallo. Le vio la criada y otra vez se puso a decir a los que estaban allí 'Este es uno de ellos'. Pero él lo negaba de nuevo. Poco después, los que estaban allí volvieron a decir a Pedro: 'Ciertamente eres uno de ellos pues además eres galileo'. Pero él, se puso a echar imprecaciones y a jurar ¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis! (Mc 14,53-54; 66-71).

Pedro es el discípulo que más tiempo sigue a Jesús, le sigue hasta el momento en que le llevan ante el Sanedrín por primera vez. Pedro quiere hasta el último momento creer en su Maestro , se hace el valiente y le acompaña, pero cuando ve que a él lo identifican como uno de sus discípulos siente miedo de ser también condenado y niega a Jesús, públicamente lo desconoce; pero los demás discípulos ni siquiera intentaron seguirlo, corrieron a esconderse en cuanto lo prendieron.
II.C.- Conclusión.
Una cosa está clara entre todos estos sucesos de la pasión y muerte de Jesús: nada de lo que él les enseñó a sus discípulos, nada de las actividades que con ellos había realizado, ni siquiera sus numerosos milagros, bastaron para convencerlos de la divinidad, del mesianismo y de la salvación contenidos en su Maestro. A pesar de todo lo dicho y hecho por Jesús sus discípulos lo abandonaron porque en los últimos momentos de su vida dudaron de él.

Esto es muy importante para la Cristología, porque significa que la verdadera confirmación de todas las pretensiones de Jesús está en su resurrección. Sin el misterio de la resurrección la divinidad de Jesús y su mesianismo seguirían siendo una realidad, pero sólo para Jesús mismo, porque nadie más hubiera creído que era el Hijo de Dios, el Mesías y el Salvador.

La resurrección viene a ser el acontecimiento pleno, definitivo y escatológico que muestra el amor generosísimo del Padre para con el hombre. La vida terrena de Jesús tiene también una gran importancia: era verdaderamente tan imprescindible como se verá luego en el tema de la Encarnación, ya que sin la experiencia personal de los discípulos que convivieron con él nadie hubiera podido identificar a Jesús resucitado, nadie hubiera podido ser testigo de este acontecimiento fundamental de la Historia de la Salvación.


CAPITULO III
LA RESURRECCION DE JESUS
III.A.- Introducción.
Unos hombres, los once apóstoles, cuya existencia y actividad conocemos por el Nuevo Testamento, atestiguan que han sido encontrados otro hombre, Jesús, que ha vuelto de la muerte. Nuestros contemporáneos quisieran juzgar con pruebas el valor de su testimonio, pero el testimonio que versa sobre una experiencia única de fe no es en sí mismo verificable. Para los hombres de la Biblia la verificación de los hechos no puede descansar en Dios, que hace lo que quiere, sino sola-mente en el hombre, que puede equivocarse.

En ninguna otra ocasión se ha acercado tanto Dios al hombre como en el momento de la resurrección de Jesús, por eso mismo esa presencia suya tan única y tan extremadamente fuerte desbarata cualquier lenguaje o cualquier expresión humana que trate de englobarla; y así como Jesús tuvo que aprender a expresar su divinidad en términos de su humanidad, así también los Once tuvieron que expresar en términos convincentes su experiencia de haber encontrado a Jesús, su Maestro, resucitado y glorificado.

Los once apóstoles dudaron de la divinidad de Jesús en los últimos momentos de su vida terrena porque no tenían ningún punto de referencia o de comparación para creer en ella, solamente tenían la palabra del hombre Jesús, que predicando y haciendo milagros los había invitado a creer en él como el Hijo de Dios; luego vino su muerte y con ella la desilusión total. Pero después el panorama cambió radicalmente, porque los Once que anduvieron con él lo encontraron vivo, resucitado, vencedor de la muerte; entonces sí creyeron en todo lo que él les había enseñado.

Esta vivencia única de los apóstoles debieron trasmitirla primero a través de la predicación oral y luego a través de sus escritos; es así como encontramos en el Nuevo Testamento toda una serie de textos, expresiones, y afirmaciones referentes a la resurrección de Jesús de entre los muertos.

El Nuevo Testamento es hoy para nosotros expresión de lo que fue para los once apóstoles el seguir a su Maestro por dos o tres años antes de su muerte. Los once pudieron identificar a Jesús resucitado porque lo conocían; de la misma manera para que nosotros podamos identificar la presencia de Jesús resucitado en nuestras vidas necesitamos conocer la experiencia de los once apóstoles expresada en el Nuevo Testamento. Ahora bien, todo el material que habla sobre la resurrección de Jesús en el Nuevo Testamento puede reducirse a tres categorías o géneros literarios: apariciones, relatos de la tumba vacía y fórmulas de fe; cada uno de estos géneros corresponde a diversas circunstancias y contextos, de manera que para poder obtener una experiencia coherente de la resurrección de Nuestro Señor necesitamos analizar cada uno de estos tres géneros.

Antes de pasar al análisis de ellos, es útil ver en un cuadro sinóptico todos los textos neotestamentarios clasificados según los tres géneros mencionados.

III.B.- Cuadro sinóptico de los textos.
III.B.1.- Apariciones de Jesús resucitado.
a).- Desde el punto de vista de Jesús:

"Se hizo ver" (Textos datados entre los años 33 y 70 d.C.)
1.- I Cor 15,5
2.- Mc 16,7
3.- Mt 28,16-17
"Se presentó" (Corporalización de Jesús. Textos datados entre los años 70 y 100 d.C.)
1.- Mc 16,9-20
2.- Lc 24,13-35
3.- Lc 24,36-49
4.- Jn 20,19-23
5.- Jn 20,24-39
6.- Jn 21, 1-13

b).- Desde el punto de vista de los testigos.

Testigos oficiales de la resurrección: Los once apóstoles.
Testigos no oficiales: a).- Pablo de Tarso.
b).- Todos los apóstoles, los 500 hermanos (I Cor 15,5-8), los dos discípulos de Emaús (Lc 24,13-35), los dos discípulos (Mc 16,12).
c).- Las mujeres.

III.B.2.- Relatos de la tumba vacía. (Entre los años 60 y 100 d.C,)
1.- Mc 16,1-8
2.- Mt 28,1-20
3.- Lc 24,1-10
4.- Jn 20,1-18

III.B.3.- Las fórmulas de fe.

1.- I Cor 15,3ss.
2.- I Tes 1,10; 4,14
3.- Rom 10,5-8; 10,9
4.- I Tim 3,16
5.- Ef 4,7-10
6.- I Pe 3,18-22; 4,6

III.C.- Las apariciones.

El testimonio más impactante desde el punto de vista psicológico, y el de mayor valor histórico y teológico sobre la resurrección de Jesús, es sin duda alguna el contenido en los relatos de las apariciones. Con el objeto de poder estudiarlos mejor nos fijaremos primero en la forma en que presentan esos relatos a Jesús resucitado, para luego ver a quienes se les aparece y evaluar el testimonio de los diversos personajes que presenciaron la resurrección.

III.C.1.- Las apariciones, vistas desde Jesús.

Por la forma en que se expresa la manera en que Jesús se presentó ante los testigos de su resurrección, encontramos una evolución comprendida en dos etapas bien identificables: Al principio, en los relatos escritos entre el año 33 y el 70, los testigos describen su experiencia diciendo que Jesús "se les hizo ver"; es hasta después del año 70, cuando ya estaban escritos los evangelios de Marcos y Mateo, cuando se comienza a corporalizar a Jesús resucitado.
a).- Se hizo ver.
1.- En I Cor 15,3.

San Pablo, en su primer Carta a los Corintios, 15,3, escribe: "Os trasmití, en primer lugar, lo que recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras, que se hizo ver de Cefas...". La antigüedad de este texto está garantizada por la misma fecha de la carta que se ubica entre los años 55 y 56, y sobre todo por la forma en que Pablo hace la introducción "Os trasmito, en primer lugar, lo que a mi vez recibí". Se trata del paso de una tradición oral a escrita, donde trasmitir y recibir son términos técnicos utilizados en el judaísmo para indicar la memorización y la comunicación de un mensaje impor-tante como este que Pablo trasmite y que antes recibió, el cual parece, por su origen, ser el texto más antiguo del Nuevo Testamento, pues se le sitúa entre los años 40 y 42 d. C, apenas unos siete después de la resurrección.

Lo más interesante de este texto es la forma en que Pablo describe la aparición de Jesús diciendo que "se hizo ver"; en el griego original es ophte, un aorismo pasivo del verbo arao, que significa "ver". La utilización de esta expresión indica que se trata de un hecho pasado, y la acción está expresada en forma pasiva. Se hizo ver, algo que estaba oculto se hizo visible, pero eso no depende del observador sino de Cristo resucitado; él es el agente activo y de él depende que se le vea; esto significa que no cualquier persona podía haberlo visto, sino solamente aquellas que él quiso que le vieran.

La expresión "se hizo ver" desborda ampliamente el aspecto sensible. Cuando Dios se hizo ver de Abraham y de Moisés, ellos no lo percibieron de forma sensible porque nunca lo habían visto. Con las apariciones de Cristo pasa lo mismo: la visión de aquellos que no le conocieron no afecta sus sentidos, pero los discípulos que con él convivieron sí lo sienten, sí lo ven y lo escuchan, y sí pueden hacer sensible esa experiencia dándole forma y expresión. Pero repetimos: el que Jesús se haga ver no depende de la voluntad de los discípulos, ya que no se trata de un objeto físico que el que quiera puede ver, sino que es el mismo Jesús quien produce un efecto tal en sus discípulos que ellos se dan cuenta, sin lugar a dudas, que se trata de su Maestro que ha dejado de estar muerto y ahora se nuestra nuevamente vivo ante ellos. San Pablo, que encontró a Jesús en el camino a Damasco, no pudo identificarlo porque no lo conocía; solamente sabía que estaba presenciando la aparición de un ser extraordinario a quien preguntó ¿Quién eres tú, Señor?

Es importante hacer notar que el hacerse ver de Jesús tiene por objeto comunicar algo a quien lo ve, realizar alguna acción o enviar a una misión, como veremos más adelante.

2.- En Mc 16,6-7.

"No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo".
Si tomamos en cuenta que Mc 16,9-20 es un apéndice posterior a la redacción original del evangelio de Marcos, hecho probablemente por la comunidad primitiva con pasajes de los demás evangelios y del libro de Hechos de los Apóstoles, como lo demostró V. Taylor en su obra "The Gospel According to St. Mark" (Londres 1963, pag. 610-615), entonces lo único que originalmente diría el evangelio de Marcos es: "allí le veréis" (16,7). Esto no resulta extraño ya que el evangelio de Marcos es el más antiguo y por eso, al igual que en las cartas de Pablo, sólo se habla de Jesús resucitado con la expresión "se hizo ver".

En Mc 14,27 dice Jesús a sus discípulos: "Todos os váis a escandalizar, ya que está escrito: 'Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea". Esto lo dice Jesús cuando van de camino hacia el Huerto de los Olivos, es decir, poco antes de ser hecho prisionero.
Pensamos que Marcos se refiere a una aparición de Jesús resucitado cuando dice "allí le veréis"; de ser así, Marcos y Pablo cuando hablan de las apariciones de Jesús solamente lo hacen en el sentido de la expresión "se hizo ver", pues el "allí le veréis" de Marcos es una acción que depende solamente de Jesús al hacerse ver y reconocer, no depende de los que lo observan.

3.- En Mateo 28,16-17.

"Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así..."

Aquí, como Marcos y Pablo, Mateo utiliza el verbo "ver" aplicado a las apariciones de Jesús, sin embargo comienza ya a corporalizar al resucitado pues lo presenta hablando con sus discípulos, cosa que no sucedió con los otros, que escribiendo antes que Mateo solamente dicen que Jesús se hizo ver. Más adelante veremos cuando y por qué se hizo necesario "dar cuerpo" a Jesús resucitado en una forma más clara en los evangelios de Lucas y Juan, que fueron los últimos en ser escritos.

La mención de Galilea como el lugar donde los discípulos verían a Jesús, tanto en Marcos 16,7 como en Mateo 28,16, se debe a una tradición que menciona a Galilea como el lugar de donde debe partir la difusión del Evangelio.

4.- Conclusión.

En el encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos el acento recae en las experiencias sensibles, como lo indica el significado del verbo griego ophté que aparece en los textos decisivos: 4 veces en I Cor 15,3ss; en Lc 24,34; y en He 9,17; 13,31; 16,9; 21,16. En los LXX se utiliza este verbo para denominar la manifestación de Dios o de los seres celestes, que normalmente son inaccesibles a los ojos humanos porque no podrían soportarlos y porque a Dios no puede vérsele sino cuando él mismo desea manifestarse. El verbo opthé dice, pues, más que lo que significa una visión, ya que el punto de reconocimiento no es del sujeto hacia el objeto, como en la visión común, sino del objeto de la aparición al sujeto que ha de percibirla.

Por significar el verbo ophté la irrupción de lo oculto e invisible en el ámbito de lo visible, resulta un término especialmente adecuado para calificar el momento de la intervención de Jesús resucitado en la historia humana. El uso de este verbo como el término más antiguo para designar la última manifestación de Jesús, nos ayuda mucho a comprender el significado que debe darse a la expresión "aparición", pues como ya hemos dicho señala que el acto depende únicamente de Jesús que sale al encuentro de quien él quiere, cuando él quiere, y como él quiere, y no del testigo; pero debe quedar bien claro que el problema de dar testimonio de su resurrección radica en poder reconocer en él al mismo Jesús previamente conocido en su vida terrena.
b).- Se presentó..."
Encontramos en el Nuevo Testamento una segunda etapa en lo que se refiere a la forma en que se describen las apariciones de Jesús resucitado; en esta etapa aparece alguna característica que indica que la figura aparecida dispone de un cuerpo humano, la aparición se "corporaliza". Recién ocurrida la resurrección de Jesús, esta segunda etapa no era necesaria porque todavía vivían los testigos de su vida y sus hechos (principalmente los once discípulos que podían identificar cualquier manifestación de Jesús), pero con el tiempo unos fueron muriendo y otros llegando a una edad avanzada, y las comunidades cristianas se iban multiplicando mientras Jesús seguía actuando en la historia de la Iglesia, haciéndose presente en ella como lo prometió cuando dijo "Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28,19).

La pérdida de los testigos de la resurrección, por su muerte o su avanzada edad, hizo que se fuera dificultando la identificación de Jesús resucitado con Jesús crucificado, y es en ese momento cuando los discípulos de los apóstoles comenzaron a convertir en expresión literaria lo que para sus maestros había sido vivencia. Así, corporalizando la aparición del resucitado, quedaba establecida para siempre la identidad entre el Jesús que vivió, que fue hombre y murió crucificado, y el que se apareció luego de haber resucitado. Sin esta corporalización que se da en los evangelios de Lucas y de Juan habría existido el peligro de que la identificación de Jesús no se hubiera hecho en la forma precisa; entonces Jesús quedaría sin influir en la historia humana, porque muertos los testigos de la resurrección la humanidad vendría a quedar como si nunca hubiera resucitado.

Jesús, sin el testimonio de los apóstoles y la corporalización de sus apariciones en los evangelios, ciertamente habría resucitado de entre los muertos, pero ningún ser humano sobre la tierra podría haberlo afirmado con certeza; por eso es que el papel de los once apóstoles es fundamental para la vida de la Iglesia, porque son ellos los que nos hablan de la resurrección, son ellos los que garantizan para todo el futuro de la humanidad que el Hijo de Dios, Jesucristo, ha resucitado y está presente en su Iglesia.

1.- Marcos 16,14-15.

"Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo...".

Este apéndice al evangelio de Marcos contiene dos elementos de corporalización: están los discípulos sentados a la mesa, y el resucitado les habla. El primer elemento de corporalización, "estando a la mesa los once discípulos", se encuentra también en Lucas 24,36 y en Juan 20,19. Juan nos da, además, un elemento interesante: "estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos..."; dice el texto claramente que fue Jesús quien entró para encontrarse con sus discípulos que estaban encerrados por miedo a que les hicieran lo mismo que a su Maestro. Al igual que en los escritos de Marcos, Mateo y Pablo, Jesús es quien se hace reconocer por sus discípulos; ellos están inmovilizados por el miedo pero para Jesús resucitado no hay obstáculos, no lo detienen las puertas cerradas; solamente él puede hacer eso.

El segundo elemento de corporalización es hacer que la aparición de Jesús hable a los discípulos, y este es un tema que ya habíamos visto al estudiar a Mateo 28,16-17.
El habla es uno de los dones más espirituales que hay en el hombre, ya que en el momento de hablar requerimos de una inteligencia humana capaz de interpretar lo que nosotros decimos, por eso no es de extrañar que el primer elemento de corporalización de Jesús resucitado sea precisamente el habla.

La palabra es un elemento que tiene en toda la Sagrada Escritura una gran importancia; ya desde el Génesis es la Palabra de Dios la que crea (Gn 1,3.6.9.11.14 etc.), y a todo lo largo de la Biblia encontraremos ejemplos de la fuerza divina y humana contenida en la comunicación oral. Así en el texto de Marcos que estamos comentando, lo que Jesús resucitado dice a los discípulos, a con-tinuación, es la encomienda de llevar su Evangelio a todas las gentes, pero este aspecto especial lo veremos más adelante al estudiar a los Once como testigos oficiales del triunfo de Jesús sobre la muerte.

En Marcos 16,12 dice el Evangelio lo siguiente: "Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban camino a una aldea". Aquí encontramos otro elemento de corpo-ralización, "bajo otra figura", en el que no se precisa de qué se trata. Es muy probable que Marcos se refiera a los dos discípulos de Emaús mencionados en Lc 24,13ss porque también ellos se dirigían a una aldea, y también ellos, como en la versión de Marcos, se volvieron para comunicar la noticia a los demás. Trataremos sobre estos dos discípulos más adelante, al estudiar a los testigos no oficiales de la resurrección de Jesús, aquí solamente nos interesa el elemento de corporalización que es citado escuetamente como "bajo otra figura".

2.- Lucas 24,13-35.

"Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios (como dos kilómetros y medio) de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le reconocieran. El les dijo: '¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?' Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: '¿eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?' El les dijo: '¿Qué cosas?' Ellos le dijeron: 'Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él que iba a liberar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron'. El les dijo: '¡Oh insensatos y tardíos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera esto y entrara así en su gloria?' Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: 'Quédate con nosotros, porque atardece y ya el día ha declinado'. Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se los iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: '¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?' Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: '¡Es verdad! ¡E Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!' Ellos, por su parte, contaron lo que habían pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan".

2.a.- El Resucitado.

Esta narración de la aparición de Jesús resucitado se apega a una tradición que viene desde el Antiguo Testamento: se trata de un personaje divino que toma forma humana para alternar con los hombres, y que desaparece en el instante mismo en que su identidad se ha manifestado; así tenemos que Yahweh se pareció a Abraham y se paseó con él adoptando la figura humana (Gn 18,1ss); el ángel Rafael acompañó a Tobías sin ser reconocido (Tob 5,4) y luego se volvió repentinamente invisible (Tob 12,21); es la misma situación que encontramos en Marcos 16,12 donde Jesús se aparece con otro semblante, o en Juan 20,15 donde María Magdalena confunde a Jesús con el hortelano.
No se trata de que Jesús se aparezca con distintos semblantes o con diversos disfraces, sino que el problema es más bien de los testigos: son sus ojos los que en un principio están imposibilitados para reconocer a Jesús, y luego, cuando él así lo quiere, se abren y le reconocen (Lc 24,16.31). Lucas "corporaliza" así a Jesús resucitado no para que sea reconocido por los dos discípulos de Emaús, sino para enseñar a los cristianos de su tiempo que el lugar del encuentro con Jesús es en la Eucaristía. Vamos ahora a analizar este relato en relación con la fracción del pan y más adelante estudiaremos por qué surgió la necesidad de esta corporalización.

2.b.- Lo reconocen al partir el pan.

Si comparamos la descripción de la Fracción del Pan que hace aquí Lucas, con la narración de la Ultima Cena, nos daremos cuenta de la similitud que existe entre ambas:
Lc 24,30: Lc 22,19:

"Y sucedió que, cuando se puso a la mesa "Tomó el pan, y, dadas las gracias, lo con ellos, tomó el pan, pronunció la bendi- partió y se los dio diciendo...". ción, lo partió y se los iba dando...".

La manera de bendecir el pan, de partirlo y dárselo a los discípulos es igual en uno y otro relatos. Parece ser que la intención de Lucas al escribir este pasaje de la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús fue el de mostrar que será en la Eucaristía donde los cristianos encontrarán a Jesús resucitado; pero ese encuentro, por supuesto, no será igual a la experiencia vivida por los once apóstoles. Ahora, si comparamos el episodio de Emaús con los Hechos de los Apóstoles, cuando Felipe el evangelizador de Samaria bautiza al eunuco, encontraremos bastante concordancia en la forma:

Lc 24,13-33: He 8,26-39:

Lucas, que escribió tanto su evangelio como el libro de los Hechos, estructura con un mismo esquema las dos narraciones. En ellas tanto Jesús resucitado como Felipe interpretan el texto del Antiguo Testamento en función de Cristo; los peregrinos y el eunuco, por su parte, expresan una demanda semejante: la aclaración de los hechos, y la Eucaristía y el Bautismo constituyen el punto culminante de estos relatos. En ambos episodios Lucas muestra cual debe ser el comportamiento cristiano: encontrar a Jesús resucitado en el Bautismo y en la Eucaristía.

3.- Lucas 24,36-49.

"Estaban hablando de estas cosas cuando él se apareció en medio de ellos y les dijo: '¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo'. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: '¿Tenéis aquí algo de comer?' Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos".


3.a.- "Un espíritu no tiene carne ni huesos".

Lucas se propone aquí mostrar que la aparición de Jesús no es una simple ilusión, que Jesús no es un espíritu ni un fantasma, porque en ese tiempo se creía en los espíritus (Cf Mc 6,49; Mt 14,29), pues según la mentalidad hebrea los espíritus de los muertos podían reaparecer, siendo reconocidos porque no tenían cuerpo (Cf I Sam 28,13-14; 2 Sam 5,1; Gn 29,14); es por eso que Lucas quiere defender el mensaje de la resurrección de Jesús contra quien pudiera argumentar que los discípulos habían visto simplemente a un fantasma.

La expresión "no tiene carne ni huesos" significa que la visión es real; esta es una forma lite-raria de distinguir el mundo corpóreo del incorpóreo. Sin embargo Lucas no tiene la intención de afirmar que el Resucitado tiene cuerpo, pues en su mismo evangelio dice "Los hijos de este mundo toman mujer o marido, pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la Resurrección" (Lc 20,36). También san Pablo habla del "cuerpo espiritual del resucitado" en I Cor 15,42ss.

3.b.- "Mirad mis manos y mis pies".

Esta expresión, Mirad mis manos y mis pies, se encuentra en forma semejante en el evangelio según san Juan, 20,20: "Les mostró las manos y el costado...", y es una expresión típica para demostrar la identidad de Jesús crucificado con Jesús resucitado; indica que el mismo hombre que fue crucificado, que tiene las señales de la cruz, las huellas de los clavos en las manos y en los pies, y la huella de la lanza en el costado, es el mismo que ahora está vivo y se les aparece resucitado.
La corporalización o materialización de Jesús resucitado es propia de los evangelios de Lucas y Juan, ambos escritos después del año 70, y su intención es mostrar que la aparición presenciada no es la de un fantasma ni la de un impostor, sino que se trata precisamente del mismo Jesús de Nazaret que conserva las huellas de su pasión y muerte.

3.c.- "Lo tomó y comió delante de ellos".

En la Sagrada Escritura el acto de comer tiene el significado de comienzo de una nueva vida: Elías comió pan antes de emprender el camino hacia el monte Horeb (I Re 19,1-8); Ester dispuso una fiesta cuando comprobó que su pueblo había escapado del aniquilamiento; Job comió cuando supo que su prueba había terminado (Job 42,11); el propio evangelio de Lucas 15,23 nos habla del banquete que el padre da a su hijo pródigo cuando regresa arrepentido; por eso el hecho de que Jesús coma delante de sus discípulos significa que ya no está muerto, que ha resucitado, que ha iniciado una nueva existencia.

La resurrección marca el inicio de una nueva era para el hombre, porque al haber resucitado Jesús surge la esperanza de que la existencia humana no terminará con la muerte.
4.- Juan 20,19-23.

"Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: 'La paz sea con vosotros'. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos de alegraron al ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: 'La paz con vosotros...".

4.a.- "...el primero de la semana".

La aparición a los once apóstoles "al atardecer de aquel día, el primero de la semana" y a Tomás ocho días después, no pueden ser tomadas como indicaciones cronológicas estrictas sino como evocaciones litúrgicas; se trata de la tradicional celebración de la Eucaristía que en la Iglesia primitiva se efectuaba al atardecer de nuestro día sábado, que para los judíos era ya domingo, coincidiendo con el oficio divino que se celebraba en las sinagogas.

4.b.- "estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas...".

Si Jesús se presenta entre los apóstoles estando las puertas cerradas, no es para mostrar su capacidad de pasar a través de ellas, sino porque el evangelista quiere hacernos ver que es Jesús resucitado quien sale al encuentro de los discípulos. Ellos echaron los cerrojos a las puertas por miedo a los judíos, pero Jesús se aparece libremente ante ellos cuando quiere, sin que esos obstáculos puedan detenerlo.

4.c.- "La paz con vosotros".

Esta frase aparece también en Lc 24,36. Al saludar a sus discípulos con estas palabras Jesús no trata de darles el saludo acostumbrado entre los judíos ni de expresarles un deseo, sino de otorgarles el don que les había prometido en Jn 14,27.28, en su discurso de despedida:

"Os dejo mi paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: Me voy al Padre y volveré a vosotros..."

4.d.- "Les mostró las manos y el costado".

Aquí no muestra Jesús sus manos y sus pies como en el evangelio de Lucas, sino sus manos y su costado, pero la intención del pasaje es la misma en ambos evangelios: la de mostrar la identidad de Jesús crucificado y resucitado. Esta razón de la identificación de Jesús explica el gozo con que los discípulos aceptan la invitación de ver sus manos y su costado, de otra manera sería ilógico que pudieran alegrarse de ver las huellas del sufrimiento de su maestro.

5.- Juan 20,24-29.

"Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba entre ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: 'Hemos visto al Señor'. Pero el les contestó: 'Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré'. Ocho días después estaban otra vez los discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presenta Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: 'La paz con vosotros'. Luego dice a Tomás: 'Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no sea incrédulo sino creyente'. Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío'. Dícele Jesús: 'Porque has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído".



5.a.- Tomás.

Tomás no aceptó la palabra de los otros discípulos que habían visto a Jesús resucitado; su obstinación en la incredulidad nos recuerda el relato de la resurrección de Lázaro, en Jn 11,14-16, cuando, refiriéndose a la muerte de su amigo, Jesús dijo a los apóstoles: "Me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que tengáis fe"; pero para Tomás la resurrección seguía siendo imposible, por eso no creyó que Jesús hubiera resucitado hasta que lo comprobó, y es su incredulidad precisa-mente el tema que el evangelista toma para dramatizar la realidad de la resurrección del Señor.

5.b.- Dramatización de la duda.

Al exigir que se le deje examinar el cuerpo de Jesús, con dedos y manos, Tomás pide más de lo que se dio a los otros discípulos, a los que Jesús solamente mostró sus heridas. Los discípulos y Tomás asumieron dos actitudes distintas ante la aparición de Jesús: Ellos, cuando lo vieron, se sintieron movidos a reconocerlo, Tomás, en cambio, se sintió llevado a la duda y quiso comprobar el milagro. El empeño de Tomás por tocar el cuerpo de Jesús es una actitud realista que no deja ninguna duda de que es la misma persona que fue crucificada la que allí se mostró resucitada.

5.c.- La fe de Tomás.

Cuando por fin Tomás disipa sus dudas expresa su fe con una fórmula muy clara: "Señor mío y Dios mío"; la fuente de estos dos títulos está en la misma Sagrada Escritura, en términos utilizados en la traducción de los LXX:

YAHWE = KIRIOS = SEÑOR. ELOHIM = THEOS = DIOS.

Lo más cercano que encontramos en la Biblia a la confesión de fe de Tomás es el Salmo 35,22.23, que dice: "...Señor, no estés lejos de mí; despiértate, levántate a mi juicio, en defensa de mi causa, oh mi Dios y Señor". Por tanto Tomás se dirige a Jesús con una expresión tomada de la que el pueblo judío aplicó a Yahweh.

6.- Juan 21,1-13.

"Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dice: 'Voy a pescar'. Le contestan ellos: 'También nosotros vamos contigo'. Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: 'Muchachos, ¿no tenéis pescado?' Le contestaron: 'No'. El les dijo: 'echad la red a la derecha de la barca y encontraréis'. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces'. El discípulo a quien Jesús amaba díce entonces a Pedro: 'es el Señor'. Cuando Simón Pedro oyó 'es el Señor', se puso el vestido, pues estaba desnudo, y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brazas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: 'Traed algunos de los peces que acabáis de pescar'. Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: 'Venid y comed'. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se los da; y de igual modo el pez".

6.a.- La pesca milagrosa.

El significado simbólico que se desarrolla en torno a la pesca milagrosa en Jn 21,1-13 es el mismo que en Lc 5,10: la misión apostólica figurada como "pesca de hombres"; este simbolismo de la misión se lleva más lejos en el evangelio de Juan que en el de Lucas; ambos coinciden en el gran número de los que habrían de ser ganados para la misión apostólica, pero sólo Juan menciona los 153 peces, y el hecho de que la red no se rompió a pesar del peso.

La cifra 153 simboliza la totalidad de los hombres a los cuales se dirige la misión; según san Jerónimo, en su comentario a Ez 47,6-12, los zoologos griegos habían encontrado 153 clases distintas de peces, por eso es que este número indica la cantidad total. Que la red no llegue a romperse significa que la comunidad cristiana no se rompe en cisma, a pesar del gran número de las distintas razas que entran en ella, pues el verbo que ha sido traducido como rompió es chizein está relacionado con cisma o división, y a él se hace referencia en Jn 7,43; 9,16; 10,19. En este relato es Pedro quien dirige la operación de sacar la red a tierra, de esta forma se confirma simbólicamente su función de encabezar la misión apostólica.

6.b. Simbolismo eucarístico de la comida.

Cuando Jesús ofrece el pan y el pescado a sus discípulos es cuando lo reconocen. La des-cripción de esta comida, donde dice que Jesús tomó el pan y se los repartió, y del mismo modo el pez, viene a ser un eco del milagro de la multiplicación de los panes y los peces: "Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces...". El hecho de que ambas escenas, correspondientes a los capítulos 6 y 21, sean las únicas del cuarto evangelio que tienen lugar a orillas del lago de Tiberíades, ayuda naturalmente al lector a establecer un nexo entre ellas.

En todos los evangelios se han elaborado los relatos de las comidas relacionadas con la multiplicación de los víveres conforme a un patrón basado en la Ultima Cena, esto está hecho con intención de establecer una conexión entre el milagro de la multiplicación y la Eucaristía; podemos concluir de ello que la presencia de Jesús resucitado en la Eucaristía es inagotable, pues del mismo modo como de unos cuantos panes y peces pudieron comer miles de gentes, así de la Eucaristía se pueden nutrir espiritualmente cuantos lo deseen.

Por otra parte, hay cierta semejanza entre la comida de Jn 21 y la descrita en Lc 24,30.31 y 35 con motivo de la aparición de Jesús a los dos discípulos de Emaús. La insistencia de Lucas en que los discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan, se entiende como una enseñanza eucarística encaminada a instruir a la comunidad cristiana sobre la posibilidad de un encuentro con Jesús resucitado en la fracción litúrgica del pan.
c).- Conclusión.
Al terminar de analizar los diversos relatos de las apariciones de Jesús resucitado, desde su punto de vista, surgen dos conclusiones: Por una parte lo que implicó para la primitiva comunidad cristiana que Jesús hubiera resucitado, y por otra la razón por la cual las apariciones fueron corporalizadas. Veámoslas con detalle:
c.1.- Implicaciones de la resurrección de Jesús.
PASADO: PRESENTE: FUTURO:

Viendo hacia el pasado, la resurrección de Jesús implica que en él se ha cumplido lo que se había anunciado en el Antiguo Testamento, pues como dice Lucas en el pasaje de la aparición a los peregrinos de Emaús, "Y empezando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras". Por Moisés y los profetas entendían los judíos al Pentateuco, cuya redacción se atribuyó a Moisés, y todo el resto del Antiguo Testamento; pues bien, todo esto llega a su cumplimiento en Cristo Jesús resucitado. También, en relación con el pasado, la resurrección confirma a Jesús como el enviado del Padre y como el Hijo de Dios; al respecto dice el evangelio de Juan, "Como mi Padre me envió, también yo os envío".

Viendo hacia el futuro, la resurrección implica que el Hijo de Dios estará siempre presente en la historia humana; una vez que ha resucitado y vencido a la muerte ya no morirá más, así lo afirma san Pablo en I Cor 15,26, y san Marcos concluye su evangelio diciendo "Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".

La resurrección hace posible esta constante y permanente presencia de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, en la historia humana y en su Iglesia; la resurrección implica también que se ha iniciado una nueva era en la historia de la salvación, esto es lo que nos enseñan Lucas y Juan al presentar a Jesús resucitado comiendo con sus discípulos. La resurrección también implica que Jesús continuará estando presente en la historia humana a través de la Eucaristía, que será para los cristianos el lugar de encuentro con Jesús resucitado.


c.2.- Corporalización del Resucitado.
En todos los relatos de apariciones de Jesús en los que se encuentran elementos de corporalización aparecen también elementos de duda o de incredulidad, en cambio en aquellos pasajes en que no hay elementos de corporalización tampoco se menciona duda alguna por parte de los testigos; esto nos ayudará a comprender por qué se comenzaron a corporalizar las apariciones.

CITA: APARICION: DUDA: CORPORALIZACION:

Apéndice A María Magdalena: No le creyeron Se apareció con otra figura
de Marcos. A dos de ellos: No les creyeron
(16,9-20) A los Once: Les echó en cara Les dijo... su incredulidad y dureza de corazón
Mt 28,16-20 A los Once: Jesús se acercó a ellos y ellos sin embargo, dudaron.
Lc 24,13-35 A los dos de Emaús: Sus ojos estaban retenidos para que lo reconocieran, Se les aparece en forma de un peregrino.
Lc 24,36-43 A los Once: ¿Por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies, tomó y comió delante de ellos.
Jn 20,19-29 A los Once: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, Acerca aquí tu dedo y mira ...trae tu mano y métela en mi costado...
Jn 21,1-13 A Pedro y otros ...Estaba Jesús en la orilla...Pero los discípulos: no sabían que era Jesús les dice "venid y comed".
He 16,12ss A Pablo: ¿Quién eres. Señor? una luz que me rodeaba a mí y a mis compañeros...oí una voz que me decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?

Es de esta forma como todos los relatos que de alguna manera incluyen la corporalización hablan también de duda entre los testigos. Por otra parte Marcos y Pablo, que no corporalizan las apariciones de Jesús resucitado, tampoco mencionan dudas por parte de quienes las presencian. Este detalle es significativo ya que tanto Marcos como Pablo escribieron antes del año 70, en tanto que el apéndice de Marcos, Lucas, Juan y Hechos fueron escritos después de ese año.

La explicación de este cambio consiste en que entre más tiempo pasaba más envejecían los discípulos (incluso algunos ya habrían muerto), y con ellos se perdía toda posibilidad de identificar a Jesús crucificado con Jesús resucitado; por eso los autores se dieron a la tarea de plasmar en letra escrita esta identidad para beneficio de las futuras generaciones de cristianos. Corporalizando al Resucitado se hace evidente esa identidad: el mismo ser que nació en Belén, que se crió en Nazaret, que convivió con los discípulos, que fue crucificado y conserva las señales de su crucifixión, es ahora el que está vivo y se hace ver de los suyos.
La corporalización no tiene otra finalidad que la señalada, por eso es que siempre que hay elementos de ella existen también elementos de duda en los que en ocasiones surge la pregunta de quién será el aparecido. El planteamiento de estas dudas es aprovechado por el autor para afirmar la identidad de Jesús, pero esto no quiere decir que realmente Jesús resucitado se haya presentado con su cuerpo físico, o que haya comido con sus discípulos, sino que ellos no encontraron otra forma de expresar en sus escritos que Jesús de Nazaret había vuelto a la vida.
III.C.1.- Las apariciones, desde el punto de vista de los testigos.
a).- Testigos oficiales de la resurrección: los once apóstoles.
Según vimos anteriormente, los únicos que podían identificar a Jesús resucitado con Jesús muerto en la cruz eran los once apóstoles, y esto debido a que habían convivido con él por varios años y le conocían perfectamente. Esta calidad de los Once como testigos oficiales de la resurrección se expresa en los textos del Nuevo testamento en varias formas:

1o.- La aparición de Jesús a los once apóstoles es la conclusión de los cuatro evangelios, conforme a su redacción definitiva.

2o.- Solamente a ellos se les encomienda una misión en el momento mismo en que Jesús se les aparece: "Id, pues, y haced discípulos en todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19); "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (Mc 16,15); "y se predicará en su nombre la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones" (Lc 24,47); "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20,22.23).

3o.- Todos los demás testigos de la resurrección, los no oficiales, hacen referencia a los Once: "Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos..." (Mt 28,7); "Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos..." (Mc 16,10); "Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás..." (Lc 24,9); "Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras..." (Jn 20,18); "Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos" (Lc 24,33); "Se apareció a Cefas y luego a los Doce" (I Cor 15,5).

Jesús resucitado sensiblemente hablando no tenía cuerpo, de allí el valor que tiene el testimonio de los Once: son ellos los que le "dan cuerpo" a la aparición de Jesús, son ellos los que, al darse cuenta de que había vencido a la muerte, vuelven a recordar, y entonces comprenden, todo lo enseñado por él. Con la resurrección de Cristo ellos detectan la presencia máxima de Dios en la historia humana y la traducen a categorías humanas, le dan forma, la hacen comprensible para los hombres de su tiempo, y también para los hombres de todas las épocas y de todas las latitudes.
b).- Los testigos no oficiales de la resurrección.
Como dice Mateo al final de su evangelio, Jesús estará siempre presente en la historia humana y en su Iglesia; esto indica que después de los Once tuvo que haber otros testigos de la resurrección. La diferencia con estos últimos es que aquellos hicieron la primera identificación de la cual dependen todas las demás. Jesús se seguía haciendo presente, pero todo aquel que lo descubría en su vida tenía que recurrir a alguno de los Once para poder identificar como verdadera la presencia de Cristo resucitado.

b.1).- Pablo de Tarso.

La situación de Pablo es muy singular, ya que al igual que los apóstoles recibió la misión de predicar el Evangelio como fruto de su encuentro con Jesús resucitado, pero a diferencia de ellos no tuvo la experiencia de haber conocido a Jesús en su vida terrena, sin embargo en su carta a los Gálatas da la impresión de no tener necesidad de recurrir a los discípulos para instruirse en la fe cristiana:

"Porque os hago saber, hermanos, que en evangelio anunciado por mí no es de orden humano, pues no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, y cómo sobrepasaba en el judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres. Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco" (Gal 1,11-17).

Habla aquí Pablo de su misión entre los gentiles, pues para eso se le apareció Jesús, para hacer que fuera a predicar el Evangelio entre los paganos (Cf He 9,1-19; 22,6-21; 26,12-23). Dice también en esta carta que el Evangelio lo recibió de Jesucristo sin mediación de hombre alguno, y además dice que no fue a Jerusalén sino que de inmediato se puso a predicar; pero la carta a los Gálatas fue escrita cerca del año 57, en cambio la fórmula de fe escrita por Pablo en I Cor 15,3ss, "Porque os trasmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí...", se puede fechar tres años antes, y en realidad es anterior a los escritos de Pablo, posiblemente de los años 40 a 42, pero él la aceptó y se incluyó entre los testigos de la resurrección ubicando antes de sí a Pedro, que tiene un lugar primordial en la Iglesia, luego a los Doce, probablemente contando entre ellos a Matías en lugar de Judas, a otros quinientos hermanos, y a Santiago, el pariente de Jesús, que tuvo también un lugar importante en la iglesia de Jerusalén. Si Pablo aceptó esta fórmula, en la que se da clara importancia a los testigos oficiales, y que es mucho más antigua que la carta a los Gálatas, entonces hay que pensar que Pablo ha exagerado en lo escrito en ella.

Es cierto que Pablo es el apóstol de los gentiles y el gran difusor del cristianismo, pero esto no significa que sea testigo oficial de la resurrección. Se le apareció Jesús resucitado, como él mismo lo dice en I Cor 9,1, "¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro?, pero esto no le da la misma capacidad que tuvieron los discípulos para identificarlo.

Pablo no parece ser tan independiente como se presenta en la carta a los Gálatas, pues luego de su prodigiosa conversión tuvo que ir a Damasco a recibir de Ananías la salud perdida de sus ojos y la imposición de manos que habría de trasmitirle la presencia del Espíritu Santo, además de que en la misma carta declara que tuvo que recurrir a los discípulos: "Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía...", y en Gal 2,1-2 dice "subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito. Subí movido por una revelación y les expuse el evangelio que proclamo entre los gentiles .tomando aparte a los notables. para saber si corría o había corrido en vano". Es también muy significativo que Pablo haya tenido que recurrir a Pedro para resolver la cuestión de la circuncisión de los paganos; He 15 describe lo que se ha dado en llamar el "Primer Concilio de la Iglesia", originado porque Pablo fue a Jerusalén para discutir con Pedro si la circuncisión debía exigirse o no a los cristianos convertidos del paganismo: "Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos... Después de una larga discusión, Pedro se levantó y les dijo..." (He 15,4.7).

En conclusión, podemos decir que Pablo ciertamente es testigo de la resurrección del Señor, pero no como los discípulos que pudieron identificarlo de inmediato, sino que Pablo tuvo que recurrir a Ananías, a Pedro y a varios más de los apóstoles.

b.2).- Todos los apóstoles, los quinientos hermanos, los dos discípulos y los peregrinos de Emaús.

La primera carta a los Corintios habla de que Jesús se hizo ver de todos los apóstoles (15,6), habiendo mencionado antes a los Doce; esto significa que Pablo toma la palabra apóstol con una acepción más amplia, aplicándola también a los colaboradores en la predicación del Evangelio, entre los que podemos citar a Bernabé, Andrónico, Junia, Epafrodito, Tito, etc.

Todos los testigos de la resurrección que hemos mencionado (los apóstoles, los quinientos hermanos, los dos discípulos y los dos de Emaús) lo son, pero no con la misma calidad que los once apóstoles; a estos también Jesús se les hizo ver, pero ellos no pudieron por sí mismos haberlo identificado, sino que tuvieron que acudir a alguno de los Once para estar seguros. Estos testigos no oficiales se colocan dentro del grupo que recibe la promesa de Jesús de permanecer con ellos hasta el fin del mundo; ya el Nuevo Testamento da testimonio de la presencia de Jesús resucitado en todos aquellos que colaboran en la predicación del Evangelio.

El Nuevo Testamento nos habla de que el Espíritu Santo fue enviado por Jesús a sus discípulos, sin embargo no hace una distinción clara entre lo que es la acción de Jesús resucitado y la acción propia del Espíritu Santo; esta distinción la haría después la Iglesia a través de sus primeros concilios ecuménicos, pero en adelante, y hasta el final de los tiempos, Jesús resucitado seguirá haciéndose presente en la historia de la humanidad, y para identificar su presencia será siempre necesario acudir al testimonio de los once apóstoles.

b.3).- Las mujeres.

La situación de las mujeres con relación a la resurrección de Jesús merece una mención aparte, porque la mujer en la antigüedad era considerada como un ser humano de segunda categoría, y esta situación social la descartaba como testigo de valor: las mujeres no podían predicar la resurrección de Jesús simplemente porque no se les podía creer nada de lo que dijeran.

"y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron" (Mc 16,9-10).

Aunque las mujeres del grupo que seguía a Jesús lo habían conocido en vida tan bien como sus apóstoles, la peculiar concepción antigua de la mujer anulaba cualquier testimonio que pudieran proporcionar, por eso el evangelio de Marcos señala el hecho de que a María Magdalena no le creyeron. Pero si en la línea de la predicación la aparición de Jesús a las mujeres no es tomada en cuenta por el Nuevo Testamento, en la línea de "ser partícipes" de la salvación que está implicada en la resurrección sí lo hace. Si consideramos como punto de comparación la asunción de María a los cielos, que si bien es un dogma muy reciente tiene bases bíblicas, veremos que a la Madre de Dios no solamente se le apareció Jesús resucitado, sino que además la redimió en cuerpo y alma.

María Magdalena participa también de la resurrección, ya que es mencionada como testigo de ella por los cuatro evangelios, sobre ello nos dice el de Juan: "Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: 'Mujer, ¿por qué lloras?' Ella les respondió: 'Porque se han llevado a mi Señor, y no se donde le han puesto'. Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: 'Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?'. Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: 'Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré'. Jesús le dice: 'María'. Ella se vuelve y le dice en hebreo: 'Rabbuní' -que quiere decir: 'Maestro'- Dícele Jesús: 'No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios" (20,11-17).

Es muy interesante la forma en que Juan presenta a Jesús en este pasaje, sin haber subido todavía al Padre; es claro que ya ha resucitado, pues María Magdalena se encuentra con él junto al sepulcro y la tumba está vacía, pero en los otros escritos del Nuevo Testamento se habla de que Jesús ya había sido glorificado y se encontraba a la derecha del Padre (He 3,26; Fil 2,6-11; I Tim 3,16). Pareciera como si Juan le hubiera hecho un lugar a María Magdalena en su evangelio, colocándola en un sitio muy especial al hacer una notable distinción en cuanto a su testimonio: a los once apóstoles se les aparece después de haber sido glorificado por el Padre, a María Magdalena se le aparece antes.

III.D.- LOS RELATOS DE LA TUMBA VACIA
III.D.1.- Situación a la que responden.
Es de extrañar que san Pablo no mencione en sus cartas el descubrimiento del sepulcro vacío a causa de la resurrección de Jesús, sobre todo por la importancia que los cuatro evangelios dan a este tema; la única explicación que puede darse es que los relatos evangélicos hayan nacido después de que Pablo escribió sus cartas, y que este pasaje haya sido redactado en respuesta a una tradición surgida del judaísmo, que intentaba desvirtuar la resurrección afirmando que los discípulos robaron el cadáver de Jesús para poder fingir que había resucitado, así lo dice el evangelio de Mateo:
"Mientas ellas iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado. Estos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: 'Decid: Sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos. Y si la cosa llega a oídos del Procurador, nosotros le convenceremos y os evitaremos complicaciones'. Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas. Y se corrió esa versión entre los judíos, hasta el día de hoy" (28,11-15).
III.D.2.- Los relatos y su contenido.
Los relatos de la tumba vacía se encuentran en Mateo 28,1-20; Marcos 16,1-8; Lucas 34,1-10 y Juan 20,1-18, su contenido es muy sencillo: el domingo algunas de las mujeres fueron al sepulcro y encontraron movida la piedra que tapaba la entrada, luego se les apareció un ser celeste que les dijo que Jesús no se encontraba ya en el sepulcro.
Comenzaremos por ver el contenido del mensaje que da origen a la figura celeste, y luego analizaremos los demás detalles proporcionados en estos relatos de la tumba vacía.
a).- El mensaje del ser celeste.
El mensaje del ángel es prácticamente el mismo en los cuatro evangelios, y es muy semejante a los discursos de predicación de la Iglesia primitiva que se encuentran consignados en los Hechos de los Apóstoles:

Hechos 4,10: Marcos 16,6: Mateo 28,5.6: Lucas 24,5.6:
Ha sido por el nombre ¡No os asustéis! Bus- ¡No temáis! Se que ¿Por qué buscáis al que esta vivo entre los muertos?

Hechos 4,10: Marcos 16,6: Mateo 28,5.6: Lucas 24,5.6:
y a quien Dios resucito, resucitó, resucitó, resucitó, de entre los muertos.
Se presenta éste aquí no está aquí. no está aquí.
sano delante de vosotros.
ved el lugar donde recordad cómo os habló.
le pusieron. yacía.

En las frases de los evangelios que se citan la resurrección es anunciada por un mensajero celeste, un ángel, en términos muy parecidos a los del kerigma (= predicación) de la Iglesia primitiva tal como se leen en He 4,10. La afirmación de que Jesús resucitó se relaciona aquí con la muerte confirmada por el sepulcro donde su cuerpo fue depositado; dicho de otro modo, la resurrección es vista como victoria sobre la muerte, y su símbolo es la piedra removida. En los tres evangelios sinópticos la ausencia del cadáver se convierte cada vez más en un testimonio tangible de la resurrección de Jesús.
b).- El descubrimiento de la tumba vacía.
En las narraciones del descubrimiento de la tumba vacía se encuentra un esquema apocalíptico de cuatro puntos muy bien definidos:

1.- Una figura celeste de apariencia humana se hace presente con luz (Dn 8,15; Ez 1,26-28).
2.- La persona vidente se llena de terror (Dn 8,12; Ez 2,1).
3.- La figura celeste con apariencia humana toca al vidente (Dn 8,10; Ez 2,1).
4.- La figura celeste comunica su mensaje (Dn 8,19; Ez 2,2).

La finalidad de este esquema es crear una introducción para resaltar al mensaje, de manera que el lector se de cuenta de que es muy importante, que viene de parte de Dios a través de una figura celeste. También podemos encontrar este esquema de cuatro puntos semejantes comparando el Apocalipsis con los relatos de la tumba vacía en los evangelios:

Apocalipsis: Esquema apocalíptico: Relatos de la tumba vacía:
1o.- 1,13-16: "Vi como un Hijo de hombre Figura celeste con apariencia humana
... y su rostro, como el sol (Mc 16,5; Lc 24,4). Figura angélica
cuando brilla con toda su fuerza apariencia humana (Mt 28,
1; Jn 20,12).
2o.- 1,17: "Cuando lo ví, caí a sus pies Los guardias tiemblan y se quedan
como muerto..." como muertos (Mt 28,4). Las mujeres se quedan atónitas (Mc 16,5;
Lc 24,5).
Apocalipsis: Esquema apocalíptico: Relatos de la tumba vacía:
3o.- 1,17: "El puso su mano derecha sobre mi.. Acercamiento del ángel con figura humana (Jn 20,17). La figura celeste les habla (Mc 16,6; Mt 28,5; Lc24,5).
4o.- 1,17-19: El mensaje del Hijo del Hombre El mensaje de la figura celeste con apariencia humana.

El mensaje tiene carácter divino, de allí que provenga de la figura celeste.
c).- La fecha.
Todos los relatos fijan este acontecimiento en el primer día de la semana, que hoy es el domingo. Mateo 28,1 y Lucas 16,2 precisan que ocurre en la madrugada.
d).- Las mujeres en el sepulcro.
Varían, según el autor, tanto el número como el nombre de las mujeres que acudieron al sepulcro la mañana del domingo de resurrección: son tres mujeres en Marcos, dos en Mateo, tres y las demás en Lucas, solamente una según Juan. Los evangelistas no se preocuparon por armonizar estos datos, lo que nos hace pensar que no tuvieron otra intención al mencionar a las mujeres que la de enlazar el relato del sepulcro vacío con los discípulos, que estaban escondidos y por tanto no podían haber sido ellos los que descubrieran que Jesús ya no estaba en su tumba; las mujeres en cambio si podían, porque no siendo muy creible su testimonio corrían poco peligro de ser apresadas por los judíos para evitar que hablaran, por eso ellas solamente se encargaron de avisar a los apóstoles, y luego fueron ellos los que verificaron la información y pudieron dar fe de que Jesús había resucitado.
e).- La intención de ir al sepulcro.
Los evangelios citan dos motivos por los cuales las mujeres fueron al sepulcro aquella mañana: según Marcos y Lucas para ungir el cadáver; según Mateo y Juan para lamentar la muerte de Jesús. La primera de estas dos intenciones es difícil considerarla históricamente aceptable, ya que todo hace suponer que el cadáver de Jesús había sido embalsamado antes de sepultarlo con apego a la tradición, como lo dice el evangelio de Juan. Parece que el motivo real es el que presentan Mateo y Juan: la simple intención de estar cerca del ser querido.
f).- La piedra removida.
Los cuatro relatos dan mucha importancia al hecho de que la piedra que tapaba la entrada al sepulcro había sido apartada, pero en realidad este dato solamente confirma de una manera más plástica que la muerte de Jesús fue real, que Jesús fue verdaderamente sepultado, y que su cuerpo verdaderamente resucitó y no quedó oculto dentro de la tumba.
g).- Valor histórico de los relatos de la tumba vacía.
Varios son los elementos que nos llevan a pensar en una elaboración tardía de estos relatos: en primer lugar el hecho de que san Pablo no mencione nada al respecto; luego está el mensaje del ángel, que según hemos visto es muy semejante a lo que se predicaba en la Iglesia primitiva; también tenemos que el descubrimiento de la tumba vacía se explica según un esquema apoca-líptico, y finalmente encontramos discordancia en las versiones evangélicas respecto al nombre y al número de las mujeres.

Es muy probable que estos relatos fueran elaborados tardíamente para responder a la problemática planteada por los judíos, en el sentido de que el cadáver había sido robado por los propios discípulos para aparentar que había resucitado, tal como nos lo hace saber Mateo en 28,11-15; esta tradición negativa nacería desde el momento mismo de la resurrección, pero sólo después de varios años comenzaría a hacer mella entre los cristianos. Por otra parte, también es lógico pensar que los evangelistas elaboraron estos relatos partiendo de datos históricos, como el que señala el día de la semana en que las mujeres fueron al sepulcro; es además muy natural que las personas que acompañaron a Jesús en el momento de su muerte fueran a visitar el sepulcro una vez pasado el sábado.
Los apóstoles no habrían sentido la necesidad de poner por escrito el relato de la tumba vacía porque fueron testigos presénciales de la resurrección de Jesús, y su experiencia es mucho más importante y convincente que la de encontrar vacía la tumba. El sepulcro vacío es un testimonio físico de la resurrección, pero solamente de una manera indirecta; lo primero es haber sentido la presencia de Jesús vivo mediante sus apariciones.
III.E.- Las fórmulas de fe.
Durante los cuarenta años que separan la muerte de Jesús de la redacción de los primeros evangelios la Iglesia naciente vio circular entre sus fieles numerosas tradiciones, sobre todo fórmulas en las que se expresaba su fe común. La elaboración de estas fórmulas nació de las necesidades vitales de la comunidad, sea para condensar lo esencial de la fe cristiana, sea para instruir a los neófitos, sea para asegurar la autenticidad de la fe contra las herejías y en los tiempos de persecuciones, o para mantener en la liturgia la unanimidad de los participantes, etc. Estas fórmulas se centraron rápidamente en el acontecimiento principal de la existencia de Jesús de Nazaret: su resurrección de entre los muertos.
III.E.1.- I Cor 15,3-5.
"Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas...".

La antigüedad de esta cita bíblica está garantizada por la fecha en que se escribió la Carta, entre los años 55 y 56 d.C., por la alusión que contiene de la visita anterior hecha por el apóstol a Corinto, hacia en año 51, y por el modo como Pablo introduce estas palabras: al decir que él mismo las ha recibido deben ser anteriores a la época de su conversión, se deben haber originada entre el año 40 y el 42 de nuestra era. La fórmula de Pablo contiene dos afirmaciones paralelas: una sobre la muerte de Jesús y otra sobre su resurrección.

a).- Sobre la muerte de Cristo.

Cristo conoció perfectamente el fin de su vida, con el que compartió la suerte normal de los mortales; pero apenas se supo que había muerto cuando su muerte cobró sentido teológico: no murió a causa de sus pecados sino para borrar los nuestros; la resurrección hizo que su muerte fuera una acción redentora que no solamente alcanza a Jesús de Nazaret, sino también a todos los hombres que han sido liberados por él (Cf He 2,36; 4,11-22).

Como ya hemos visto, el carácter redentor de Jesús estaba profetizado desde tiempo atrás en los cánticos del Siervo de Yahweh de Isaías 53,4-12.

b).- La resurrección de Jesús.

En la Primer Carta a los Coríntios se utiliza el verbo griego egeiren (= despertar) para designar la acción de la resurrección de Jesús, dando a entender que Jesús fue despertado de la muerte. Por su parte, verbo que expresa la muerte está en el tiempo aoristo (apethanen= murió) y el que expresa la resurrección en tiempo perfecto (egergetai = ha resucitado y sigue resucitado). El tiempo perfecto del verbo significa que el interés no se dirige hacia una acción pasada, sino sobre el efecto que ésta tiene en el tiempo presente: Cristo murió (en aoristo, que indica sólo una acción que se da en el pasado) y ha resucitado (en tiempo perfecto, que indica que sigue estando resucitado). El contraste verbal es intencionado, tanto mas que Pablo utiliza el mismo tiempo perfecto en otras seis ocasiones dentro de la misma carta.

Pablo nos dice que Jesús resucitó al tercer día según las Escrituras. En esta expresión hace uso de una forma habitual de presentar un acontecimiento decisivo que es inminente, por ejemplo Abraham vio al tercer día el lugar en donde debía sacrificar a su hijo (Gn 22,4); significa este detalle la intención de destacar que la resurrección de Jesús es un acontecimiento de capital importancia. Lo mismo hay que decir de "según las Escrituras", expresión que hace referencia al Salmo 16,10 sin que podamos considerarla simplemente como una cita; la resurrección de Jesús da cumplimiento a una larga espera del pueblo de Israel, por eso es que la frase de Pablo debe referirse a toda la Escritura, a todo el Antiguo Testamento, y no solamente a una profecía
III.E.2.- Otras fórmulas de fe: I Tes 1,10; 4,14; Rom 10,9.
Se encuentran en las obras de Pablo otras fórmulas de fe más cortas que la que ya hemos visto, pero que conservan la doble afirmación de la muerte y resurrección de Jesús: "y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos..." (I Tes 1,10). "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó..." (I Tes 4,14). "Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rom 10,9).

Desde los orígenes de la Iglesia, y en forma unánime, los cristianos expresan su fe mediante la fórmula "Dios resucitó a Jesús de entre los muertos", en ella afirman que la resurrección tuvo lugar en el pasado y ocurrió a un hombre bien determinado; especialmente quieren proclamar con ella que Jesús resucitó y está vivo para siempre.

De entre dos maneras de hablar de la resurrección, con el lenguaje judío forjado para los últimos tiempos, "Dios hace que se levanten los muertos" y "Dios hace que vivan los muertos", los cristianos han escogido la primera para comunicar su experiencia que es única, completamente nueva. Aplicando a un momento preciso del tiempo una frase que es válida para los últimos días de la humanidad los primeros cristianos pasaron de lo escatológico a lo histórico, porque un hecho anunciado para el fin de los tiempos ocurrió en el curso de la historia humana.

BIBLIOGRAFIA

Bornkamm G., "Jesús de Nazaret", en especial las páginas 23 a 54 del capítulo 'Tiempo y ambiente'; también las páginas 174 a 192 del capítulo 'El viaje de Jesús a Jerusalén'. Turín, 1968.
AA. VV., "Textos de la época del exilio: El Siervo de Dios". Tomo I, páginas 167 a 190.
H. Urs von Balthasar, "Camino de la cruz". Tomo II, páginas 195 a 233.
s/a “La vida de Cristo, www.edoctusdigital.netfirms.com/newpage80.htm
Flores, José “El Hijo Eterno” Edit. Clie, Barcelona, 1983

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